28 de marzo de 2012

Ella y ellos... Un placentero cruce de destinos, CAP 2



SUMARY: Un viaje de negocios se convierte prontamente en el más placentero encuentro sexual entre Bella y tres perfectos desconocidos, apareciendo y desapareciendo de sus vidas como por arte de magia... Hasta que vuelven a encontrarse. MUY HOT. AU. OOC.



ELLA Y ELLOS… Un placentero cruce de destinos.
El primero fue Edward: sexo dominante y pasión desbordada,
el segundo fue Emmet: caliente y sensual,
el tercero fue Jasper: dulce y sexy...
Solo el destino pudo haber planeado algo más allá,
algo que ninguno hubiera pensado jamás...
Algo que nunca ninguno iba a olvidar.


CAPÍTULO 2: “EL BAR DEL ENCUENTRO”

EMMET POV:

Era una cálida mañana de otoño y todo portaba una belleza surreal ante mi perezosa vista. Aquí estaba, parado enfrente de este enorme e impersonal ventanal a veinticuatro pisos de altura, observando como la gente, viéndose diminuta, caminaba bordeando aquel hermoso paisaje sin siquiera mirarlo.
La vista de mi oficina era lo primero que me había encantado de aquel lugar de trabajo. El Central Park. Sí, en esta época del año aquel enorme lugar daba un paisaje magnífico y único. Las copas de aquellos diversos árboles copaban toda la lejanía de mi vista con las más hermosas gamas de verdes, dorados, rojos y ocres, unos fundiéndose con otros, creando un frondoso paisaje sin fin; un colchón de hojas en movimiento en el que me daban ganas de tirarme de lleno… Pero no podía. Debía estar aquí, encerrado, viendo como pasaban una barbaridad de frivolidades delante de mí. Amaba cuando las responsabilidades eran menores, cuando aún tenía tiempo de sentirme joven disfrutando una copa por ahí y cuando mi teléfono no sonaba constantemente requiriendo mi completo tiempo y atención. No, todo había cambiado y ahora ya no estaba tan seguro de si para bien.
Armar, crear y construir había sido mi sueño desde que tengo memoria, me fascinaba el hecho de crear algo de la nada y fue así como decidí hacerme arquitecto. Formé mi propio nombre y negocio y luego una cosa llevó a la otra. Pronto me encontré dejando mi negocio de lado para formar parte de aquella empresa monstruosa donde inversiones astronómicas pasaban cada día como si fuera agua, donde todo perdía un poco el sentido. Me vi atrapado en edificios fríos, hoteles de lujo, condominios que saldrían una fortuna. Todo muy bello, perfecto y fino, elegante en demasía pero, tan, tan impersonal y frío que asustaba.
Resultaba curioso como no había notado nada de ello hasta hoy, o más bien cabría decir que no lo había querido ver ¿Cuánto más triste es eso, eh? Mierda, mi vida desde ayer era una completa mierda ¿Y cómo no serlo? Descubrí que la novia que tan orgulloso estaba de tener me engañaba desde vaya uno a saber cuando. Rosalie. La perfecta y hermosa Rosalie Hale, una de las mayores inversionistas y mi novia desde hacía más de cuatro años me engañaba con el dueño del banco en el cual mi empresa hacía las mayores transacciones, Royce King.
¡Demonios! Ni siquiera se molestó en llevarlo a otro lado. Cogiendo en mi cama, así los encontré en la noche de ayer. Todos los cambios y sacrificios que había hecho a lo largo de los años habían sido por ella, para darle la vida perfecta que creía ella necesitaba ¿Por qué no le bastó? ¿Por qué no le basté yo?
La escena posterior a que me viera observando todo desde el marco de la puerta de mi alcoba fue solo la guinda del pastel ¿Cómo mierda puede decir una persona ‘no es lo que parece’ cuando te encuentran de lo más gozosa follando en la cama en la que le dices ‘te amo’ a otro hombre que lo ha dejado todo por ti?
Pasé mi patética noche en llanto en un hotel de mala muerte. Lloré por ella, pero más por mí. Por haber desperdiciado más de cuatro años de mi vida y haber sacrificado mis simples sueños por la grandeza que ella quería; y todo por alguien que no valía la pena.
―Señor, hay una reunión en la sala grande en quince minutos, luego tiene una reunión con el señor Eleazar por lo del hotel de Tokio y a las doce un almuerzo en el Palace con los inversionistas del complejo en Los Ángeles. También debe recordar de llamar a…
La voz de mi asistente personal, Gianna, me sacó de mis depresivos pensamientos introspectivos. Hablaba y hablaba y yo ya no tenía ganas de escucharla. Su voz fue perdiendo intensidad en mis oídos de manera gradual.
¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué siquiera había venido?
La normalidad de mi día a día era asfixiante. Y, en un momento de absoluta claridad, lo noté. Odiaba estar allí. Odiaba aquel lugar que me hacía sentir opresivo y gastado, odiaba ver en lo que me había convertido. Necesitaba respirar, necesitaba pensar… Y estaba seguro como el demonio que no lo haría allí.
Me di la vuelta, dejando la libertad de mi ventanal detrás de mí y comencé a tomar mis efectos personales de mi escritorio. Celular, la birome como regalo de mi padre, las llaves de mi coche del primer cajón del escritorio, y mi saco del respaldo de la silla tan cara como mi primer sueldo, y me dirigí hacia la puerta.
―Se… ¿Señor?
―Avisa que no iré a ninguna de esas reuniones Gianna. Tengo que irme.
―Pe… pero…
No me importó lo que iba a decir, por mí que se cayera todo. Ja, eso solo sería un reflejo de mi mismo, mi vida cayéndose a pedazos. Qué ironía ¿No?
Salí de aquel maldito lugar como alma que lleva el diablo y sin volver la vista atrás.
Caminé por horas por el Central Park y luego por calles comunes, no aquellas céntricas llenas de finas joyas y costosa ropa. Fui internándome por las calles que daban paso a los barrios más comunes y me interné en ellas. Caminé sin rumbo hasta que los pies me dolieron y las piernas protestaron ante el repentino esfuerzo de ejercicio.
Finalmente había apagado el jodido celular ya que a la media hora de haber salido de allí ya sonaba como loco. Quise romperlo, pero primero quería guardar unos cuantos números, así que mejor lo apagué.
Ya estaba cayendo el crepúsculo cuando cansado física y mentalmente quise sentarme y, casi como una respuesta a mi necesidad, vi delante de mí un bar cerca del City College of New York. Fue entonces cuando noté que en realidad había dado vueltas y que en verdad no me había alejado tanto como hubiese querido de aquel  maldito infierno llamado oficina que quedaba en la 5º avenida y la 59st. Bueno, en realidad no creo que ni siquiera el estar en otro estado fuera demasiado lejos en estos momentos.
Cansinamente me dirigí dentro y me senté en un rincón oscuro al lateral de un pequeño escenario en donde al parecer a veces se hacía karaoke o algo así. No me importaba, yo tan solo quería beber hasta que no recordara ni como me llamaba.
Pudieron ser cinco minutos o cinco horas, no sabría decirlo, pero de repente como si una fuerza extraña me llamara, levanté la cabeza de mi enorme vaso de cerveza… Y la vi.
La morena más hermosa que hubiera visto jamás.
Acababa de llegar al bar e iba sola directo a la barra sin posar los ojos en nadie. Su andar pausado y tranquilo me dijo que ella estaba acostumbrada a frecuentar estos lugares. No venía de ligue sino a disfrutar una copa tranquila. Sin embargo, era obvio que llamaba la atención. Todos los estúpidos jóvenes de aquel bullicioso lugar la siguieron con sus lujuriosas miradas desde que puso un pie allí dentro y hasta que, con gran elegancia, se sentó en una de las butacas frente al lateral de la enorme barra de madera tallada. Vaya.
Un segundo, un segundo de extensa y penetrante mirada fue lo que bastó para que ella de cierta forma reaccionase y girara para quedar con su mirada enganchada en la mía. Sentí mis músculos faciales reaccionar en una involuntaria sonrisa de lado y como ella me miraba con sorpresa ante esto. Pude ver como se removía nerviosa y podría jurar que debajo de esa piel tan pálida y hermosa ella se había ruborizado. Casi al instante ella giró su cabeza bruscamente hacia el frente y comenzó a hablar tranquilamente con el cantinero que se había acercado a atenderla.
¿Pero qué demonios pasaba conmigo? ¿Acaso no era yo quien hace tan solo unos cuantos minutos andaba emborrachándose para ahogar sus penas y desamores, quejándose y lamentándose en silencio por la mierda que tenía ahora de vida? Sip, ese graaan idiota era yo ¿Entonces?
Decidí no molestar más a aquella señorita que de seguro sería de lo más feliz con alguien. No la molestaría ni con la mirada.
Volví a concentrarme en mi mesa, en el reflejo que la cerveza en la muy usada mesa, en el agua que escurría de aquel vaso por el frío de la amarga bebida, en… Unos cuantos murmullos me sacaron de mi muy estú… digo, interesante observación. Efectivamente, toda aquella parva de inútiles estaba mirando algo proveniente de la barra. Seguí sus miradas y… ¡Mierda!
Un joven notoriamente borracho se le encimaba a la chica a la cual había dicho que no volvería a mirar. Ok, esto era diferente. La chica obviamente estaba incómoda y molesta ante tanta proximidad (seguramente también algo asqueada del aliento alcohólico de aquel borracho). No supe cuando ni como pero de pronto estaba a las espaldas de ambos con los puños apretados, aún a unos pasos de distancia, tan solo…
WOOOW!!!
Una sarta de boqueos y exclamaciones de asombro se levantaron en aquel bar, y yo tan solo me quedé bastante turbado e impresionado ante lo ocurrido.
Ok, algo era seguro, la chica esta no se andaba con rodeos. En tan solo cuestión de segundos había dejado tumbado en el piso a aquel idiota con la nariz –no rota pero cerca- chorreando el piso con su sangre. MIERDA. SEXY. AUCH. Un remate de patada en las partes bajas de aquel infeliz fue coreado por un lamento general masculino. Joder eso debió de doler horrores ¡Por todos los santos ella llevaba botas de punta!
Ella no me dio tiempo a acercarme para quitarle al inútil de encima, simplemente aprovechó cuando el infeliz se acercó para mandar un puño hacia atrás en el medio de la cara de aquel tipejo provocando que automáticamente trastabillara al retroceder, y en consecuencia cayera al piso. El movimiento fue rápido y preciso, por lo que estaba seguro de que no era la primera vez que lo usaba. No conforme con eso, se levantó como toda una dama. Elegante como una pantera salvaje y contenida. Un puntapié en su entrepierna y un susurro que no llegué a escuchar fue todo lo que hizo falta para que el idiota –al que alguien llamó Mike-, se levantara como un relámpago y saliera pitando de allí. Bien, creo que me metí al bar correcto, si quería distraerme de seguro que esto lo logró.
Vi embelesado como ella volvía a sentarse con parsimonia y reclamaba el trago anteriormente pedido antes de echar su cabello hacia atrás con una mano perfectamente cuidada.
Sin dudas ella era una pequeña gatita sexy –pensé mientras seguía allí, de pie, embobado mirando su espalda… su trasero enmarcado en aquellos jeans oscuros y ajustados.
Paso bastante rato hasta que me percaté de que parecía un idiota parado allí. Me devolví a mi mesa… Y no volví a levantar mi vista de la asombrosa imagen de mi cerveza -ahora seguramente tibia-. Hice una mueca.
―Hola.
Levanté mi cabeza con demasiada rapidez al escuchar aquella melodiosa voz ¿Pero qué putas…?
La morena de la barra se hallaba de pie al lado de mi mesa… a lado. La miré sorprendido, extrañado.
―Mmm… ¿Puedo sentarme?
Seguí mirándola. De pronto apenas si recordaba como era que tenía que hacer para respirar. Mucho menos hablar claro.
―Ok. Disculpa la intromisión, yo solo… No importa… Disculpa ―dijo avergonzada.
Sus mejillas prontamente se tiñeron de un intenso y tentador rubor. No entendía que hacía allí. Porqué se quería sentar conmigo. Y mucho menos entendía porque ahora se estaba retirando, alejándose de mí mientras caminaba de regreso a la barra dándome en el proceso una espectacular vista de su pequeño y firme muy redondeado trasero.
No fui consciente de cuando me puse de pie, pero allí estaba, tomando su codo casi bruscamente para girarla y quedar ambos de pie, enfrentados… Mirándonos sin hablar. Una extraña sensación me recorrió por toda la columna vertebral al momento de que nuestras pieles se tocaron, y pude ver como ella se estremecía. Ella lo sintió también. Mierda.
―Yo… Tú… ¿Quieres…? Emm…
Ella ladeó la cabeza, observándome mientras una pequeña sonrisa se extendía por sus labios. El detalle de que no zafó su brazo de mi agarre no me pasó desapercibido tampoco.
― ¿Quieres que vayamos a sentarnos? ―asentí. Joder, al parecer era lo único que podía hacer bien.
Caminamos hasta la mesa donde estaba –mi mano guiándola del sitio en el que todavía no se había movido, su codo- y nos sentamos uno enfrente del otro. Instintivamente levanté la mano para llamar al camarero y pedirle con una seña dos vasos más de fresca cerveza. El tipo captó el mudo mensaje… y de inmediato me arrepentí. Mierda, ni siquiera le había preguntado.
―Lo siento… ¿Quieres otra cosa?
Ella me miró y sonrió negando con la cabeza, haciendo que sus cabellos, sujetados en una cola alta se balancearan asomándose por sobre sus hombros. Era oscuro, pero no negro y resaltaba perfectamente su piel de porcelana.
―No, cerveza está bien.
Bajó la mirada y vi embelesado como su labio inferior quedaba sensualmente atrapado de lado por sus dientes superiores. Mmm… El deseo de quitar sus dientes y tomar aquella delicada carne con los míos me abrumó. Mierda ¿Por qué ahora? ¿Por qué ella? Cierta parte de mi cuerpo comenzó a pulsar, cobrando vida cuando pensé que estaría bastante tiempo bien muerto después de lo de ayer… Lo de ayer… parecía hace tanto tiempo y, recién ahora se cumplían tan solo unas tristes veinticuatro horas. Mi ánimo y deseo decayeron considerablemente.
― ¿Estás bien?
¿Estás bien? Resonó en mi cabeza ¿Lo estaba? No, no lo creo ¿Hacía cuánto que no escuchaba un verdadero deseo de saber tras esa pregunta? Mucho ¿Cuándo fue la última vez que Rose me había preguntado como estaba? No lo recuerdo, eso debe de ser bastante ¿no? ¿Hacía tanto que no le importaba? ¿Por qué no lo noté?
―Hey… ¿Qué te pasa? ―le escuché preguntarme un poco más ansiosa que antes. La miré. Su rostro reflejaba una sincera preocupación. El filtreo completamente de lado. Meneé la cabeza para despejarme.
―No es nada. Lo siento… mmm… Quizás no sea muy buena compañía hoy ―dije sin saber por qué.
Ella frunció el ceño y se tomó ambas manos colocándolas sobre la mesa.
―Lo sé. Te estuve viendo, es obvio que algo te pasa ¿Quieres hablar? ¿O prefieres que te deje tranquilo?
¿Lo sabía? ¿Me había estado mirando? ¿Por qué le importaba?
―Mmm… Creo que mejor te dejo ¿no?
―No ―la palabra completamente firme me sorprendió hasta a mí.
―Ok… ¿Quieres que tan solo bebamos un rato en silencio? ―ofreció ¿Por qué le importaba? Asentí.
Las bebidas llegaron y vi como el camarero la miraba d manera lujuriosa abiertamente. Ella tan solo lo miró, completamente impasible hasta que el estúpido joven se vio obligado a apartar la mirada. Obviamente jugaba en ligas menores. Apenas se fue, me relajé… Mierda, ni siquiera sabía que me había tensado.
Pasó un rato y ninguno hizo nada más que beber. La música de fondo era algo oscura, tranquila y ligeramente sensual… Dangerous, la voz masculina resaltando de manera incitante cada palabra, era envolvente.
―Ayer encontré a mi novia en la cama de nuestro apartamento con otro ―dije de pronto sin saber porque.
Levanté la vista de la mesa y vi que ella no tenía la menor intención de decir nada, tan solo esperaba ¿Qué? No lo sabía, así que continué.
―La muy zorra tuvo el descaro de decirme que no era lo que parecía… Lo más extraño es que, ahora que me doy cuenta, no fue exactamente dolor lo que sentí. Decepción, un orgullo herido seguro, pero ¿Dolor? ―meneé la cabeza con incredulidad―, no dolor no. Pasé una noche de mierda en un hotel de cuarta y hoy simplemente seguí el mismo mecanismo de cada día yendo a mi trabajo… Descubrí que lo odio ¿Por qué mierda no lo noté antes? Es un lugar frío, impersonal. Cada trabajo que hago deja millones pero, es todo tan ajeno… Soy arquitecto y no siento que haga nada genial en aquel lugar; sin dudas era más feliz cuando tenía mi propia firma y tan solo hacía bellas y tranquilas casas familiares pero ella… Yo quise darle todo lo que pensé que necesitaba, y eso requería más dinero así que… Mierda, no sé ni porqué te estoy diciendo todo esto. De seguro es algo patético de presenciar y…
― ¿Por qué dejaste tu trabajo anterior?
― ¿Eh? ―eso me tomó por sorpresa― Pues, porque… Yo… No lo sé, tan solo intenté aspirar a más, por ella, por mí, para tener la clase de vida que pensé que ambos queríamos ¿Suena idiota verdad?
―No… Uno suele hacer cosas tontas cuando está enamorado. No te arrepientas entonces, fue correcto en su momento ―dijo muy segura de sus palabras mientras yo la miraba sin poder creerme que le hubiera resumido en más o menos cien palabras la porquería que era ahora mi vida― ¿Y ahora? ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Vas a seguir trabajando allí?
Lo pensé un segundo. La respuesta era obvia.
―No ―dije seguro.
― ¿Qué quieres hacer?
―No lo sé ―me encogí de hombros―. Creo que volveré a lo que hacía antes. Me gustaba mucho construir casas familiares, esas en las que puedes verte dentro de cincuenta años y así ―hice una pausa recordando lo bien que me sentía entonces. Hasta que lo noté―.  Oye ¿Cómo te llamas? Me parece raro estar hablando con alguien que ni siquiera sé como se llama.
Ella sonrió abiertamente mientras que yo me recostaba en la silla de manera relajada por primera vez en lo que parecía una eternidad.
― ¿Importa?
La miré sorprendido por su respuesta.
― ¿Así que eres de esas que no les gusta dar su nombre? ―ella frunció el ceño. Lucía molesta.
―No. Simplemente hoy no me parece necesario. Y no e gusta que me clasifiquen sin conocerme.
―Lo lamento. Entonces ¿Cómo te digo? Te confieso que esto se me hace de lo más raro.
―Mejor ―sonrió―… Mmm… No se me ocurre nada ―dijo haciendo un puchero― ¿De qué tengo nombre para ti?
―Mmm… Pareces una gatita salvaje ―ella me miró asombrada cuando la llamé así―. Es verdad ―se mordió el labio―. Te diré gatita ―ella rio.
Su risa musical y femenina resonó por todo el lugar, y yo quedé absolutamente idiotizado por ella.
―De acuerdo… Mmm, este encuentro es de lo más extraño.
―Por cierto ¿Por qué te acercaste? ―le pregunté ansioso por saber.
―Bueno, me estuviste mirando bastante cuando estaba en la barra. Lo noté ―agrega alzando una perfecta ceja hacia mí―. Y luego… Con lo de aquel estúpido. No sé si lo notaste pero fuiste él único que al menos intentó acercarse a hacer algo ―ella hizo un pequeño mohín ante esto―, definitivamente los caballeros ya no existen.
― ¡HEY!
―Bueno, no demasiados ―volvió a decir riendo. Le guiñé el ojo y ella me miró medio boquiabierta. Pestañeó un par de veces para retomar la charla y eso hizo que mi ego se subiera como globo inflado con helio―. Yyy… Quería agradecerte ―susurró ahora mirando hacia abajo―, en verdad había venido a agradecerte y nada más… pero, te vi tan, triste.
Hice una mueca. Ok, esta mujer tiene un poderoso efecto anticlimático en mi pobre ego. Mierda. No sabía que fuera tan jodidamente vulnerable.
―Me alegra haberte dado lástima ―dije de manera sarcástica.
Ella bufó.
―Sí, definitivamente das pena, pero bue… Por cierto, te diré oso.
Le enarqué una ceja.
― ¿Por mi tamaño verdad? ―moví las cejas sugestivamente hacia arriba y hacia abajo repetidas veces. Ella rio de nuevo. Amaba ese sonido.
―Nooooo… Porque de seguro cuando te enojas pareces uno muy fiero, pero luego eres todo tierno como el osito ese  de Pooh.
La miré desconcertado ¿Me estaba comparando con un oso gay?
―Oye… ―la miré entrecerrándole mis ojos. Luego ambos nos echamos a reír como locos. Esto sin duda era el encuentro más extraño que había tenido nunca.
Nos quedamos hablando por lo que parecieron minutos, pero que en verdad fueron horas. Reímos, hablamos en serio. Todo y nada. Era algo refrescante el hablar sin conocernos, el hablar sin ser prejuzgado. Simplemente hablar. Hacía demasiado tiempo en que no conversaba tan libremente con alguien. Ne sentí completamente relajado, en paz. Era ella. Ella tenía aquel efecto en mí. Era divertida, fresca, sincera, sensual, y en cierto punto; inocente. No era demasiado extrovertida, noté que no contó demasiado sobre ella tampoco. Tan solo tocamos temas de trabajos, actuales, lugares que conocíamos. Hasta jugamos a decir qué tipo de vida pensábamos que llevaba cada persona del bar. Terminamos, con un drogadicto, una frígida, una pareja de amantes… un chulo, un alcohólico en recuperación. Mmm… no teníamos una visión demasiado positiva de la gente a decir verdad. Solo nos dimos cuenta de cuanto había pasado cuando el camarero que nos había estado trayendo una cerveza tras otra sin pausa ni tardanza, nos avisó que ya estaban por cerrar.
2 AM.
Salimos del local riendo a pura carcajada por la cara que hizo el chico cuando le dijimos q se quede con el cambio… el cambio era tan solo un dólar. Era mala –le dije-, y ella respondió que tan solo se había cansado de que el chico le haya mirado todo menos los ojos. Mierda… entonces que pensará de mí… Bueno, en realidad yo sí le miré los ojos... Unos bonitos ojos chocolates grandes y expresivos, debo añadir.
El viento soplaba contra nuestras caras, enfriando de golpe nuestros enrojecidos y calientes rostros. Noté que ella no llevaba más que una fina campera negra y como a pesar de ponérsela se estremecía con cada ráfaga.
Mierda.
Recordé que había estado vagando desde que salí del edificio de trabajo así que el auto estaba demasiado lejos como para ir a pie. Bueno, tendrá que ser un taxi hasta ahí, pensé resignado y un tanto molesto por el inconveniente. 
―Oye, tomemos un taxi hasta mi auto y luego te… ―le hablaba al aire.
Ella no estaba por ningún lado. Giré sobre mí pero, nop, no estaba ¿Qué mierdas?
―Hey oso… Vamos, te llevo al auto ―dijo asomándose desde la ventana de un flamante Audi negro brillante enfrente de mí. WOW.
―Vaya pedazo de auto ―dije con admiración al entrar en el asiento del acompañante.
Ella hizo una mueca.
―No es mío. Lo renté ―dice haciendo algo similar a un puchero.
Yo reí otra vez. Parecía simplemente de locos que así fuera mi primera noche después de que descubriera a mi novia metiéndome unos cuernos más grandes que una casa y que decidiera que odiaba mi trabajo. Vaya.
Viajamos por las muy iluminadas calles bordeando el central park hasta llegar al estacionamiento donde estaba aparcado.
De pronto me sentí muy estúpido ¿Y ahora qué? Ni siquiera sabía donde se quedaba o cuándo se iba –porque lo único que le había sonsacado era que estaba de viaje de negocios, era editora en jefe y tenía que venir a una reunión con un autor o algo así.
―Bien, mmm, este… ¿Dónde te estás quedando? ―dije cuando estaba a punto de bajar del coche para pasar al mío. Al menos quería obtener su teléfono.
―En el Plaza.
―Wow. Vaya. Entonces, ¿Estarás libre mañana para una copa? ―ella se mordió el jodido labio de nuevo y de repente sentí como el aire dentro del coche cambiaba. El calor envolviéndonos hasta quemarme. Quería-morder-su-puto-labio.
―No lo creo ―dijo solamente.
Pude ver como evitaba mirarme y como se removía nerviosa. Al parecer no era él único al que este encierro le estaba afectando los sentidos.
―Tengo novio ―dice susurrando.
Me congelo. O sea, de verdad. Me quedo totalmente petrificado en mi lugar. No, no, no –grito para mí-. Yo no le quiero hacer eso a otro pobre imbécil como yo.
―O lo tenía ―dice luego. Su ceño está cada vez más fruncido ahora―… No lo sé… Discutimos. Antes de venir, discutimos. Pero lo amo y… Yo…
Ok, esto estaba más que raro. Toda la alegría previa ya no estaba. El pequeño lugar estaba cargado de lujuria y deseo, de ganas de más… Y de dudas.
―Mmm… La pasé bien. Cuídate oso ―dice despidiéndome.
Mi pecho se encoje al saber que una vez que salga de ese puto coche ya no la volveré a ver. Yo…
Ella gira el contacto del coche y el motor retoma el ronroneo de en marcha. Indeciso y deseoso, así me encentro. Me giro para tomar la manija de la puerta y antes de darme cuenta me doy vuelta. Ella está mirando por su ventana… mordiéndose el puto labio de nuevo. Y eso es todo.
Sin darle tiempo a reacción tomo su delicado rostro –de manera para nada delicada- y lo levanto hacia mí, plantando mis labios con fuerza sobre los suyos.
JO-DER.
El fuego que siento en mi boca al momento en que nuestros labios ansiosos se conectan es indescriptible. Nunca había sentido tanta lujuria por nadie. El deseo es prácticamente incontrolable, irrefrenable… Y me suelto. Me dejo dominar por mis instintos, por mis ganas.
Gruño frustrado contra su boca, demandando que la abra para mí. Con un gemido ahogado que me supo a gloria ella lo hace. Mi lengua baila en su oscura y húmeda caverna de manera descontrolada. Ansiando conocer cada minúsculo centímetro de ella, preguntándome salvajemente si será así de húmeda en aquella otra cavidad en la cual tenía tantas ganas de enterrarme. MIERDA. No, esta no era buena idea pero… Arrg, no podía, en verdad sentía que no podía detenerme. Su calor, su cercanía.
Me tenía hechizado. Estaba jodido.
Mi cuerpo notó antes que mi cerebro que ella estaba comenzando a alejarse ¡Ni soñarlo!
La tomé de la nuca y comencé a masajear su cuero cabelludo. Decidí que la coleta esa me molestaba en mi labor, así que tiré de ella y solté su hermoso y sedoso cabello… amasándolo entre mis dedos. Mi otra mano actuó por voluntad propia al ir directamente hacia su pecho, mmm… Ella se retorció gimiendo en mi boca y pude notar en la palma de mi mano como su pezón se iba endureciendo cada vez más hasta llegar a un punto demasiado duro para su propio bien, demasiado jodidamente bueno para el mío.
Me abalancé sobre ella apretándola contra la puerta del conductor y obviando la pequeña molestia que sentía al clavarme la palanca de cambios en mi cadera. Maldito coche. Oh, esperen, seguimos en el coche… ¡Mierda! Quería hacerlo con tiempo, bien… No como un estúpido adolescente hormonal con la bragueta fácil. Rayos.
―Gatita… ¿Quieres…? Podemos… déjame buscar, un hotel y…
― ¿Eh? ―dijo ella poniéndose tensa de pronto. Me alejé.
―Bueno, si quieres. Podemos ir a un hotel porque, bueno… La verdad es que quiero hacértelo con tiempo y no creo que un auto sea el mejor lugar y… Mmm, bueno, solo si quieres claro.
Ella estaba allí, respirando agitadamente debajo de mí mientras yo aún estaba inclinado sobre ella, jadeando luego de tremendo beso y con unas ganas de follarla que me estaba dejando las bolas moradas y doloridas.
Y ella se muerde el puto labio…
―Gatita, por favor no hagas eso ahora… ―dije quitando su labio con mis dedos― Estoy tratando de no tomarte en este puto coche así que, solo no lo hagas ―susurré con la voz tremendamente ronca, contenida por el esfuerzo de no echarme encima y mandar al demonio su respuesta.
Sabía que su cuerpo me deseaba -el olor de su excitación inundaba todo aquel pequeño sitio y me estaba volviendo loco a más no poder- pero, quería, necesitaba que ella lo hiciera de manera completamente consciente. Tampoco es como si quisiera violarla o así.
―Yo…
Suspiró cerrando los ojos.
Mierda.
Lentamente me fui saliendo de encima. Mi respiración era trabajosa ya que el aire parecía querer negarse a entrar. Bien, la cagué, debí tomarla y dejar mi puta consciencia atrás. Ahora iba a tener que atenderme hasta el desmayo para que mis bolas no quedaran en ese estado permanentemente. Me erguí en mi asiento, y estaba a punto de volver a tomar la manijilla esa cuando escuché:
―Mi hotel está aquí a la vuelta recuerdas. Si quieres…
¿Me estás jodiendo? ¿Qué si quiero?
Mi risa ronca y profunda resonó dentro del coche.
―Muñeca ¿Qué si quiero? ―volví a reír― gatita espero que hagas algo de ejercicio porque te aseguro que esta será una noche muy pero muy larga.
Ella abrió los ojos hacia mí y me miró. Luego de unos segundos tan solo los entornó de una manera condenadamente sexy y lamió sus labios tentadoramente.
―Sí hago ―dijo ¿Juguetona? Mierda.
La besé profundamente de nuevo y chipas de euforia saltaron por todo el maldito lugar. El deseo era casi palpable. Ella gruñó y me empujó a mi asiento. La miré sorprendido ¿Se arrepintió?
―Aquí no ―se limitó a decir.
Arrancó el coche a toda marcha y recorrió en muy –demasiados- pocos segundos la cuadra que nos separaba de la puerta de entrada del hotel. Al llegar ella saltó fuera del coche lanzándole las llaves al valet parking en el camino.
Sexy, pensaba yo una y otra vez.
Mi verga latía de manera constante, a tal punto que sentía que en verdad no iba a durar mucho en mi primer intento. Sí, primero, porque era verdad cuando dije que esta sería una noche muy larga.
Bajé de inmediato tras ella y ella tan solo giró su cabeza y enarcó una ceja en mi dirección.
― ¿Ansioso señor Pooh?
¿Pooh? ¿Me sigue diciendo como el jodido oso gay?
La miré mal.
―Oh, gatita… Creo que eso te saldrá muy caro ―susurré poniéndome a su lado en dos zancadas.
― ¿Tú crees? ―dijo. Y me miró directamente a los ojos mordiendo adrede su labio.
―Sí, creo.
A toda marcha fuimos hacia el elevador y, aprovechando que estaba desierto a aquella hora la arrinconé contra el fondo ni bien se cerraron las puertas. Mierda, quería devorarla.
―Ca-cámaras ―susurra cuando sintió como masajeaba su trasero a través de su pantalón escandalosamente caliente. Ese pequeño culito apretado era realmente muy tentador.
Ni idea de cuantos pisos fueron. Apenas sentí como se abrieron las puertas ella me empujó para salir, haciéndome caminar hacia atrás y besándome con furia hasta chocar contra la pared. Esta mujer de verdad que era como una pantera, pensé más que caliente.
Por suerte para ambos su puerta no se hallaba demasiado lejos del asensor. A trompicones entramos sin detener nuestro desaforado intercambio de fluidos salivales. Y, si dijera ‘huy que hermoso cuarto’, mentiría porque no vi ni mierda. Lo único que registró mi muy nubosa mirada fue la cama tamaño King size contra la pared más alejada detrás de una puerta que separa el recibidor de la alcoba y la cual pude ver gracias a que esas puertas estaban abiertas.
Ok, basta de vueltas.
Mis manos –que hasta ese entonces habían estado vagando por todo su escultural cuerpo- fueron directamente a su culo y la levanté hacia mí, logrando que ella captara el mensaje y enredara sus estilizadas piernas alrededor de mi cintura. Caminé a paso rápido hacia mi lugar soñado –su cama- y sin detenerme me arrojé junto con ella sobre el muy mullido colchón, rebotando en el proceso. Ella lanzó un gemido mezclado con una ligera risita y yo solo pude gruñir una vez más en respuesta.
Ella iba a decir algo pero antes de que algún sonido dejara su boca yo presioné la mía en ella, besándola hasta dejarla sin aliento. Mis manos firmes y ansiosas comenzaron a recorrer sin pudor alguno cada una de sus curvas. Amasando sus tiernos y llenos pechos, acariciando la tierna curva de su vientre, apretando deliciosa y codiciosamente las hermosas joyas de sus suculentas nalgas.
Sentí como sus manos, que hasta entonces solo habían pasado por mi rostro pecho y cortos cabellos, cobraban intensidad, desesperación; anhelo. Vagando sobre mi cuerpo fueron despojándome de mi camisa –el saco hacía ya tiempo que no estaba-. Botón por botón bajaban sus besos, botón por botón bajaban sus labios. Oh, joder… la anticipación estaba a punto de darme un paro. Sus labios, esa pequeña boquita rosada con aquella gema de lengua juguetona… ¡Dios! La humedad de su saliva bordeaba la línea baja de mi abdomen, justo al filo de donde estaba la cintura del pantalón. Ella jugaba conmigo, me tentaba… y luego se retiraba.
Unos minutos o segundos después -en verdad no tenía idea-, ella al fin comienza a abrir el botón y la bragueta de mi pantalón. El cual de seguro tendría rota la costura tras haber contenido a duras penas mi miembro erecto en varias ocasiones en la noche.
Libre.
Mi erecto –demasiado dolorosamente erecto- miembro saltó hacia la libertad en cuanto ella deslizó lenta, muy lentamente tanto mi pantalón como mis boxers hacia la altura de mis rodillas.
Automáticamente mis manos se enredaron entonces en sus cabellos, masajeando casi desenfrenadamente su cuero cabelludo, instándola fervientemente a que me tomara entre sus labios, en su boca. La cual se empeñaba en atormentarme con su cálido aliento pero fuera de alcance.
Arrg. Gemí y me retorcí al sentir como dejaba a su paso una estela de besos húmedos por mi bajo abdomen, por mis rizos oscuros, por mis ingles… por mis testículos. Joder, siseé muy fuerte cuando llegó allí y casi grité cuando besó y lamió mi periné, aquella zona era indescriptiblemente sensible y enviaba gran cantidad de extrañas pero fascinantes cosquillas a todo mi sistema. Y fue entonces cuando, distraído con esto, ella me engulló de una y hasta el fondo. Jadeé. De pronto todo el aire parecía tan solo haberse evaporado de mis pulmones. Con un esfuerzo verdaderamente hercúleo en estos momentos, yo reuní fuerza –o más bien determinación- y simplemente levanté la cabeza para poder grabar a fuego en mi mente la maravillosa imagen de mi polla condenadamente dura hundiéndose en aquella perfecta y caliente boca del pecado.
La muy perra me hizo sufrir de verdad. Ella tan solo me tragaba fuerte y duro una y otra, y otra vez hasta el fondo; al punto de que yo podía sentir completamente como mi glande rozaba con fuerza su campanilla ¿Pero qué mierdas? ¿Acaso ella no tenía ese molesto efecto reflujo? Bien sabía que un par de veces una chica lo puede aguantar pero ¿Tanto? ¿Y sin siquiera ahogarse ligeramente? Naaa… esto era mi puto paraíso.
Juro que tenía ganas de gritar las cosas más ridículas de la historia… Y créanme, he dicho bastantes.
Intenté, traté… No pude.
Ella simplemente me tragó sin descanso mientras que con una mano masajeaba mis bolas y la otra acariciaba la parte libre de mi miembro una vez que su boca me soltaba. Y fue jodidamente demasiado. Apreté todos los músculos de mi cuerpo, e incluso medio jadeé un patético ‘me vengo’ cuando apenas segundos después sentí el calor y la fuerza de mi explosión saltar hacia su boca.
Ese había sido la mejor puta mamada en mucho tiempo. Y eso era decir mucho, porque, aunque me jodiera pensar ahora en ella, Rose era muy jodidamente caliente en la cama.
Gatita solo se sentó sobre sus talones mientras se lamía los labios, aun brillantes con la perla de mi placer. De pronto el sopor que me invadió tras mi clímax se esfumó y en un rápido movimiento me erguí delante de ella… Y su blusa pasó a mejor vida.
Tomando ambos extremos de la misma la abrí hacia lados opuestos, logrando que en el proceso los botones saltaran disparados y que la tela por fin revelara su hermoso cuerpo ante mis ojos. Dios, era verdaderamente hermosa.
El precioso corpiño de encaje negro contrastaba endemoniadamente bien con su piel perlada y ligeramente pálida. Ok, se acabó lo de ser pasivo -me dije de repente demasiado hambriento como para algo galante-. Simplemente una vez que solté los lados de la ya rota tela ambas manos se dirigieron a sus pechos firmes y bajaron las copas para revelar ante mí unos muy tentadores pezones rosados y muy, muy erectos. Bajé de inmediato mi boca hacia ellos y luego pasé distraídamente mi brazo alrededor de su cintura al tiempo que mi espalda se tiraba hacia atrás y giraba para que ella por fin quedara debajo de mí. Quería verla desnuda tanto o más que como necesitaba enterrarme en ella. Y eso hice.
Una vez que ella quedó dócilmente debajo, erguí su torso para quitarle los restos de blusa y poder quitar el gancho del corpiño, luego la volví a recostar y comencé contento a desabrochar sus vaqueros. Me puse de pie en la punta de la cama y primero que todo quité sus sexys botas. Luego la torturé un poco cuando quitaba el pantalón ya que lo hice condenadamente lento, rozando ocasionalmente su piel cada vez más caliente. Pantalones, fuera. Las bragas, mmm… Me cerní nuevamente sobre ella aún sin tocarla, y simplemente tomé las tiras para romperlas de un fuerte tirón. Ella solo rio.
― ¿Crees que podrás quitarme algo sin romperlo osito?
― ¿Osito? Creo que todavía no te he mostrado mi lado salvaje ¿No? ―Dije medio picado de que ella tan solo se burlara de mi puto desenfreno.
Ok. Hora me aseguraría de que lo único que salieran de sus labios fueran los gemidos y jadeos más hermosos. Solo aquellos sonidos que me demostraran sin palabras cual era su punto de placer.
Me maravillé una vez más de la completa visión de su cuerpo desnudo y luego me lancé hacia ella para recorrer cada curva con mis manos, tan ligeramente que apenas llegaba a ser un roce. Apenas tocando con la punta de la yema de mis dedos, disfrutando de los escalofríos que veía recorrerla. Pasaron un par de minutos y con el correr del tiempo mis caricias fueron cobrando intensidad. Suspiros, gemidos y leves inspiraciones eran todo lo que se escuchaba en aquel lugar. El roce de mis manos en su piel cada vez más húmeda, mis respiraciones profundas para tratar de contener mi placer y necesidad, la tela arrugándose bajo el apriete de sus dedos.
Cuando mis manos ya estaban que quemaban debido a la fricción simplemente las remplacé por mis labios, por mi húmeda y hambrienta lengua. Su sabor ligeramente salado por el sudor era una delicia en mis papilas gustativas. Tracé todo el camino ascendente y descendente pero sin tocar sus partes más sensibles y necesitadas. Vi sus pezones duros y anhelantes de caricias, pero me contuve, vi su sexo henchido y lubricado… Pero me contuve también. Quería que llegara al punto máximo de fuego y palpitante necesidad en sus venas. Quería que cuando apenas una caricia la tocase su mundo explotara por mi obra. Sí, era un puto egocéntrico en este aspecto pero, ¡joder! Esta mujer, esta mujer era algo realmente asombroso en la cama, tan apasionada, tan dulcemente entregada… Qué quería darle todo, todo y más.
Una vez que terminé de masajear y lamer su pie finalmente fui subiendo por la cara interna de su pantorrilla a su muslo, y de allí sin descanso hacia el mismo centro de su femineidad. Mi lengua se di un festín cual conquistador de sus néctares más profundos. Degusté toda su sensible carne y me adentré en su cavidad –la cual quemaba en el sentido más literal de la palabra-, mientras que ella gemía, aullaba y jadeaba retorciéndose en la cama. El cuerpo completamente tenso y expectante, arañando con las uñas aquella tan ansiada y negada liberación. Hasta que por fin, por fin, tras insertar de golpe dos de mis largos y gruesos dedos en ella y chupar duramente su brote, ella gritó largamente mientras su cuerpo convulsionaba y luego se relajaba por el placer proporcionado.
Su rostro en la cumbre de su clímax era algo que atesoraría en lo más profundo de mi memoria.
Me levanté apenas un poco y lamí los restos de su íntima humedad de mis labios mientras ella me miraba con hambre en sus muy abiertos ojos. Quizás por estar así, tan perdido en su mirada fue que me tomó verdaderamente por sorpresa cuando ella –aprovechando que yo ya estaba desnudo sobre ella-, tomó entre sus pequeños dedos mi miembro dirigiéndolo sin pausa ni descanso a su muy, MUY lubricada intimidad.
Ambos gemimos ante la repentina y brusca arremetida.
Su cuerpo me envolvió como un cálido guante, abrazándome, quemándome, ahogándome en mi propia necesidad de ella.
El vaivén comenzó lento, muy, muy lento, disfrutando de como se sentían sus paredes ensanchándose para albergarme y como se contraían bajo mi salida, una y otra, y otra vez… Hasta que simplemente fue demasiado como para controlarlo. Las arremetidas a partir de entonces fueron frenéticas, yo me mecía bruscamente para entrar lo más hondo posible en ella, y ella en respuesta abrazó con más fuerza mis caderas con sus largas piernas, empujando con sus delicados talones mi muy apretado culo y abriendo cada vez un poco más sus caderas al punto de que estaba casi seguro de que en cualquier momento podría tocarle el mismo centro de sus entrañas. Gruñí, jadeé, grité por contenerme un poco más…
Y todo se fue al carajo cuando ella hizo no sé que cosa con sus caderas que provocó un trabe en su pelvis y que nos llevó a ambos en la marea misma del placer.
Caí sobre ella pero al segundo ya me sostenía en mi propio codo –tampoco quería aplastarla, se veía tan pequeña allí, debajo de mí-. La miré. Ella aún tenía sus ojos cerrados y su respiración agitada y no me resistí. Bajé mi boca a la suya y la devoré una vez más, la necesidad de ella no se iba a pesar de haberme saciado ya dos veces. Abrí los ojos y noté que ella me observaba aún en medio del beso, luego me sonrió y yo la imité como un idiota más.
Oh, sí… Mi amigo aún quería más… Y tuve el deleite de ver como sus ojos se agrandaban cuando me sintió volver a crecer aún entro de ella.
―Oh, por…
No la dejé terminar.
Pasando un brazo por debajo de su cintura la llevé conmigo cuando me senté sobre mis talones con ella aun fuertemente abrazada a mi torso y cadera.
―Oh, sí pequeña… Oh sí…
Y con esas únicas ahogadas palabras me hundí en ella una vez más, amando el vaivén de sus caderas cuando ella se balanceaba conmigo hacia arriba y hacia abajo.
No sé cuanto estuvimos tomándonos el uno al otro, no sé cuantas posiciones hicimos en toda la noche –pero sé que fueron muchas-, y finalmente, no tengo ni la más puta idea de cuando fue que finalmente caí rendido y dormido en la cama.
Ahora, aquí estaba.
Solo.
En aquella cama, en aquella habitación que apestaba a sexo.
Solo.
Con el sudor de una noche apasionada ahora ya frío y seco sobre mi cuerpo.
Solo.
¿Qué rayos? Pensé mientras tomaba una sábana para envolver mis caderas en ella.
Vagamente noté que no había nada de ella y que la valija que la otra noche estaba en el sillón frente de la cama ya no estaba. En cambio, lo que sí estaba sobre mi ropa en aquel mismo sillón era una simple nota doblada. Reconozco que mi mano tembló un poco cuando la tomé.
“Lo siento osito, mi vuelo salía temprano y no quise despertarte.
En verdad disfruté mucho anoche.
Espero que pienses bien qué quieres para tu futuro y que te lances a por ello, estoy segura de que lo que sea que decidas te hará más feliz.
Haz las cosas por ti no por los demás.
Fue un PLACER conocerte, sin duda mi noche fue mucho más interesante de lo que esperaba.
Cariños… Gatita…”
PD.: No creo que vuelva a ver a Pooh con los mismos ojos, y eso será completamente tu culpa.
Joder. Siempre fui de aquellos que se quejaban de la mañana después a un sexo fantástico y de lo pesadas que se podían volver algunas mujeres pero… Mierda, como me hubiera gustado estar despierto antes de que se fuera ¡Joder! Ni siquiera sé su puto nombre. Arrg.
Lentamente y con un poco de pesar me fui al baño y me di una larga ducha. Luego fui al sillón y tomé mi ropa pero… Cuando me agaché a tomar mis zapatos algo debajo de la cama llamó mi atención. Su blusa. Su muy rota blusa estaba tirada allí debajo de la cama. Un precioso recuerdo táctil de que ella en verdad fue real. Que en verdad la noche pasada existió… Y que la mujer más apasionada y real de mi vida en verdad había sido mía. Sí, era muy poco, pero no importaba… Estaba seguro de que en algún momento cercano la volvería a ver.
Sí. Estaba completamente seguro de ello.
Y, mientras tanto, era hora de poner algo de verdadero orden a mi desastrosa vida.
Ufff… este osito a fin ha dejado de invernar, y tiene mucho por hacer –pensé motivado como hacía mucho no me sentía.
Con tanta decisión en mi cuerpo salí de aquel lujoso hotel sin mirar atrás y con aquella blusa rasgada en mi mano como trofeo de una de las mejores noches de mi vida. Era hora de avanzar…




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