14 de abril de 2012

Descubriéndonos... Capítulo 23

DISCLAIMER
Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.



 “Estrellas y firmamentos”

Nos habíamos quedado dormidos.
La brisa de la noche le hizo removerse y aquello fue lo que terminó por despertarme.
¡Demonios! ¡Es muy tarde!
Nos hallábamos desnudos, tendidos aun sobre la manta con la noche estrellada y la brisa suave del bosque como único testigo y abrigo de nuestro acto.
Una estúpida sonrisa se formó entonces en mi rostro al verla dormir acurrucada contra mí completamente desnuda, con su piel brillando bajo la azulada luz de luna. Parecía un hada del bosque, una ninfa erótica creada para tentar; un ángel etéreo listo para desaparecer ante el más mínimo toque.
Y era mía.
Todas ellas eran mías. La humana, el hada, la ninfa, el ángel; todas me pertenecían… como yo a ellas. Lo hacían, ya no tenía dudas al respecto. Lo que sentí; la conexión, las sensaciones. Su respuesta. Lo sentí. Joder ¡Lo sentí! Y sé que ella también. Sé que me ama del mismo modo que yo, y no lo digo por egocéntrico ni nada, no es eso. Lo digo y pienso porque estoy completamente seguro de lo que sentí, de su respuesta hacia mí… Pero –suspiré-, también soy plenamente consciente de que ella aun no descubre ni la magnitud ni la forma real de sus propios sentimientos.
Bufé.
¿Me pregunto si finalmente lo notará luego de esto?
La brisa movió con ligereza mis cabellos y los suyos, y yo me quedé embobado al notar como un mechón caía entonces sobre sus labios. Mi mano se movió instantáneamente hacia él para quitarlo con suavidad.
El roce suave sobre ellos debió molestarle ya que observé como se removía para luego frotar con el dorso de su mano su labio inferior antes de girar su torso y comenzar a aletear sus párpados, completamente confusa cuando logró ver el cielo oscuro sobre sí. Suspiré pesadamente y al fin ella enfocó sus ojos en mí.
Confusión, dudas, comprensión, cariño, agradecimiento, vergüenza… todas aquellas emociones pasaron como un flash por sus facciones. La entendí y aguardé pacientemente su primera reacción. Y me preparé para cualquiera de ellas. Cualquiera… menos para la que me dio.
Ella se me quedó mirando por unos eternos segundos en los que no me sentí siquiera capaz de respirar. Su mirada, completamente negra como reflejo de la oscuridad que nos rodeaba pero a la vez, brillante y luminosa; más bien refulgente con aquella luz de luna como punto claro en sus pupilas. Era algo verdaderamente hipnotizante verla y yo… yo estaba sencillamente deslumbrado ante la perfecta belleza de su desnudez. Sin embargo, tras esos mágicos momentos sus ojos comenzaron a brillar más y más conforme la cristalina humedad se instalaba en ellos de manera alarmante.
Finalmente, hermosos cristales salinos se fueron desbordando de ellos para correr libremente por sus delicadas mejillas, haciendo que surcaran su rostro como dos tristes ríos.
Me alarmé.
¿Qué rayos le pasaba? ¿Le dolería? Peor aún… ¿Se… se arrepentiría?
No, no, no… Ella no podía arrepentirse, yo recordaba bien sus palabras, ella misma me lo había pedido… ¿Entonces?
Sin soportar más la lejanía de su tacto, de su piel; acerqué el dorso de mi mano hacia su rostro, limpiando con él la humedad que aún descendía sin tregua de su ser.
― ¿Qué sucede pequeña? ¿Te… te duele? ―ella no respondió así que con un nudo en la garganta que sentía que estaba a punto de ahogarme ‘literalmente’ me obligué a decir las palabras a pesar del evidente dolor que me provocaba el tan solo pensarlas. Sí, como un idiota, lleno de temores y dudas, pregunté― ¿Te… arrepientes?
Mi tono salió de mis labios casi a más suave que la brisa que nos envolvía.
Vi como ella abría desmesuradamente sus ojos y como su rostro adquiría la expresión de clara incredulidad. Luego resopló bajando la cabeza hacia su pecho cerrando los ojos en el proceso para luego concentrarse en su respiración antes de hablar.
―Edward ¿Cómo crees que podría llegar a arrepentirme de algo tan hermoso? ―dijo clavando nuevamente su mirada en mí y haciendo con ese simple gesto que yo me perdiera en ella―. Ed, lo que me has hecho sentir fue… ni siquiera tengo palabras para describirlo. Fue hermoso, mágico… sublime. Jamás pensé que pudiera sentirme así, tan completa ―decía mostrando en sus ojos la veracidad y sinceridad de sus palabras―. Fue perfecto Edward. Gracias.
Su agradecimiento dicho en un tembloroso susurro me tomó totalmente desprevenido ¿Cómo podía responderle siquiera si quien debía de estar agradecido era yo para con ella?
Tan solo sonreí y pude deleitarme con la visión de como ella me la devolvía.
―Es tarde ―susurré acariciando su mejilla― ¿Quieres que te ayude a…?
―Ven ―dijo ella en cambio. Me acerqué un poco más―. Más ―y así lo hice―. Más ―volvió a pedir mientras yo solo respondía acercándome como una polilla al fuego, irguiéndome un poco para llegar más cerca de ella―. Así está bien ¿Ed? ―preguntó.
Un ligero ‘Mmhhm’ Salió de mi garganta, incapaz de pronunciar palabra alguna en semejante momento―. Te quiero…
Y tras decir aquello ella se estiró para tomar mi rostro entre sus manos y acercarlo hasta que sus labios al fin se posaron sobre los míos.
El tiempo voló, el lugar voló, todo fue de pronto nada al sentir nuevamente el calor de su cuerpo pegado al mío y su sabor impregnando mi boca.
Y la batalla por el control del beso comenzó a emerger entre nuestras bocas ansiosas.
La pasión alcanzó nuevas cotas insospechadas e indescriptibles… inimaginables, tan solo respaldadas por la expectativa del reciente descubrimiento… y la pronta repetición del mismo.
Nuevamente la llama del deseo más puro enardeció entre nuestros cuerpos ahora ya receptivos ante la más leve caricia del otro. Mis manos anhelantes recorrieron casi obsesivamente cada poro y vello de piel expuesta y entregada, y las suyas –para mi enorme alegría-, no se quedaron atrás.
Simplemente me dediqué a adorarla con cada gesto, a idolatrarla con cada caricia y a agradecerle con cada una de mis respiraciones por el simple y a la vez glorioso hecho de existir.
Cada aliento, suspiro y latido de mi cuerpo estaría de ahora en más venerándola, amándola desde lo más hondo de su ser hoy y para siempre… ¡NO! ¡Era más que eso!, porque en realidad, en realidad yo la había amado desde nuestra primera mirada. La amé en cada estado de nuestras vidas.
Con la ternura y sencillez de nuestra infancia.
Con la necesidad de mutua comprensión en nuestra pubertad.
Con la típica y compleja confusión hormonal adolescente.
Y, finalmente, con este deseo y amor tan puros y claros en este momento en que mi mente y mi cuerpo dejaban de manera gradual e inexorable al niño para dar paso con timidez a los principios del hombre que llegaría a ser.
Un hombre que no concebía la idea de estar al lado de otra mujer que no fuera MI Bella. No, ya no. No podría. No podría ni siquiera conseguir una ligera idea de pensamiento intentando simplemente imaginar mis manos sobre otro cuerpo, mi piel rozando otra seda; o peor aún… el imaginar otros besos y otras caricias sobre mí –me estremecí sin poder evitarlo, y no gratamente-. No. Sencillamente mi vida y futuro dependían de ella, mi razón, mi cordura; TODO.
Por fin el placer nos catapultó una vez más y al unísono hacia el cielo, la gloria, mi nirvana personal de placer; sintiendo como la exquisita corriente de adrenalina invadía todo mi ser para luego dejarme laxo mientras en mis oídos retumbaban los gemidos extasiados de a quien ahora reclamaba como mía… Para luego, solo para dejarme allí, tendido sobre aquella manta enredada con nuestras respiraciones entrecortadas que nos hacía jadear sin disimulo en busca de que el oxígeno finalmente aceptara entrar a nuestros necesitados pulmones.
Tantas palabras que quería decir. Tantos pensamientos y sentimientos que necesitaba verbalizar… Y mi garganta cerrada se negaba a dejar pasar. Entonces, cuando nuevamente nuestras miradas ahora tranquilas y saciadas se encontraron supe que no hacía falta porque nuestras miradas nos decían todo aquello que en este momento no podíamos ni susurrar. Nuestras miradas se hablaban silenciosamente tal y como lo habían hecho siempre pero ahora aun más intensamente. La magnitud de los sentimientos que nos envolvían eran los que gritaban tras nuestras pupilas ahora menos dilatadas.
Y, casi de manera sincronizada, fueron nuestras manos las que se encontraron a medio camino entre nuestros cuerpos ladeados para enredarse en un apretón que fue como el sellado de un pacto, un pacto único e irrevocable.
.
.
Lo que pasó después fue hecho en una especie de nebulosa en mi mente.
Todavía tomados de nuestras manos nos pusimos en pie y comenzamos a vestirnos lentamente, intentando apartar lo menos posible la mirada sobre el otro. Casi como si temiéramos que esta especie de burbuja se rompiese y que de pronto todo fuera una cruel broma de nuestra solitaria imaginación.
Mil preguntas y dudas aun querían resurgir en mi mente, pero casi sin esfuerzo las desechaba al instante en el que hacían el más leve acto de presencia. No quería que nada me empañara en lo más mínimo este hermoso momento de sublime felicidad. Pero… Como todo, en algún momento se ha de acabar. Y así fue como casi de la nada nos encontrábamos de pronto frente a su casa tan solo compartiendo miradas furtivas y sonrisas cómplices y nerviosas en todo el transcurso del viaje.
―Bueno, yo…
―Bells. No lo empañes por favor. Déjame estar en mi nube un poco más ¿Ok? ¿Crees…
―No iba a empañarlo Ed ―dijo en un tono demasiado bajo. Tanto, que casi no lo escucho del todo―. Yo… hoy fue simplemente perfecto Ed y, sé que tenemos que hablar pero, creo que por hoy a sido demasiado para ambos.
Yo guardé silencio ¿Qué se supone que debería de decir? JODER ¿Por qué nadie hacía un puñetero manual de como comportarse en cada situación frente a la chica que amas? Lo sé, suena completamente ridículo pero… estoy sumamente seguro de que habrá más de un inútil –como yo- más que agradecido por él ¡Al menos sería una puta guía! ¡Mierda! Me estaba encabronando y esa no era la idea.
En realidad estaba más que ansioso por saber que sentía respecto a lo que había pasado. Quizás ahora no pero ¿Podría arrepentirse luego? Y no solo de lo que hicimos sino ¿De lo que dijo?
―Tranquilo. Sé lo que debes de estar penando y te aseguro de que lo de hoy fue PERFECTO en cada sentido de la palabra. Tú fuiste perfecto, perfecto para mí. Como dije, sé que tenemos que hablar pero no es el momento ni el lugar ¿Te parece si mañana hablamos después de clases? ―yo solo asentí Estaba completamente aturdido ante la dulzura con la que salían sus palabras― Bien. Y… puedo asegurarte que jamás me arrepentiré de esto Edward, fue demasiado importante como para siquiera considerarlo. Tú eres demasiado importante. No lo olvides, y no lo dudes ¿Ok?
―Ok. Bella ―le llamé cuando se estaba estirando para agarrar la manijilla del auto―, lo de hoy, fue mucho más que perfecto para mí, yo…
Ella colocó delicadamente un dedo sobre mis labios y yo inconscientemente lo besé de manera tierna y suave, a lo que ella sonrió.
―Lo sé. Lo de hoy fue…
―Todo ―terminé yo. Ella asintió aun sonriente.
La paz y algo más que no sabría como definir emanaban de ella a raudales, envolviéndome cada vez más en aquella atmósfera de irrealidad que me cegaba cada vez más cuando me hallaba a su alrededor.
Abrió su boca para decir algo más pero enseguida la cerró casi ¿Avergonzada?
―Nos vemos mañana ¿De acuerdo? ―asentí.
―De acuerdo. Pasaré a buscarte ―ella me miró y se mordió el labio como debatiendo consigo misma. Y luego, tan rápido que casi no lo vi venir, ella me tomó de la nuca y tiró de mi cabeza hacia adelante para estampar fuertemente mis labios sobre los suyos a lo que enseguida respondieron con grata intensidad.
Sin entusiasmarnos demasiado nos separamos y nos sonreímos, para que luego ella se diera la vuelta y saliera a toda prisa de mi coche corriendo hasta su casa sin siquiera tropezarse. Me saludó con la mano antes de entrar y cerrar la puerta y yo recién ahí salí finalmente del embrujo en el cual me sumergía su presencia.
Arranqué mi coche y una sonrisa grande y boba se instaló en mi rostro mientras manejaba silenciosamente camino a mi casa.
Porque…
Sí, mañana debíamos hablar.
Sí, mañana tendríamos que aclarar muchas cosas y no estaba seguro de si me gustarían todas las respuestas.
Sí, lo de hoy había sido magnífico y me tenía hechizado en sus recuerdos.
Y sí… Yo en estos momentos era el pendejo más completa y felizmente enamorado en la historia de cualquier adolescente.
Pero tampoco era idiota.
Obviamente no sabía a ciencia cierta lo que deparara mañana, pero una cosa era segura… yo lucharía porque el día de hoy se repitiera cada día de mi jodida vida. Ése sería de ahora en más... mi destino. Lisa y llanamente, hacerla feliz, para poder ser feliz a su lado. Teniendo eso, nada más importaba. Absolutamente nada.




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