16 de mayo de 2014

Be mine... capítulo 3

DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen. Ellos son miembros de dos grupos de música KPOP; SHINee EXO , ambos bajo el sello de la compañía SM.



Be Mine... Just MINE
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Deseo
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Taemin siente que está en una pesadilla, ¿o era un sueño? No lo sabe. No lo tiene claro. Y está aterrado de averiguarlo.

Cierto era que él no estaba borracho. No como su 'amigo' allí mostraba estarlo; pero el tampoco había pecado de inocente aquella noche. Realmente había bebido bastante para lo que él solía permitirse beber en ese tipo de eventos. No importaba cuan cerrado dicha fiesta fuera, siempre sucedía algo, siempre alguien se iba de boca, siempre alguien conseguía una foto indiscreta. Y él odiaba aquello. Odiaba tener que cuidar cada gesto y movimiento para que no fuera malinterpretado. Odiaba sentirse tan autoreprimido. Pero amaba lo que hacía y sabía muy bien que aquel era uno de sus tantos precios. No le gustaba, para nada, pero lo aceptaba. En su grupo, los cinco sabían muy bien que debían de evitar aquello. No siempre lo lograban obviamente, eran jóvenes e imprudentes muchas veces, pero se esforzaban por ello.

Sin embargo, sentía sus sentidos extraños, como embotados o letárgicos.

'No, no es por él' -se dijo con terquedad-. 'No es por Jong In' -se dice una y otra vez-. Pero no puede evitar que su mente traicionera reviviera demasiado vívidamente las muy frescas imágenes de momentos antes cuando ayudaba a su dongsaeng a ducharse y, sobre todo, no puede ni por asomo evitar recordar cuando, casi al final, le vio ir tomando conciencia de lo que sucedía y... mostrar luego aquella respuesta. Una respuesta obvia que NUNCA, jamás de los jamáses hubiere esperado ver. No él. No POR él.

No podía creerlo. Simplemente no podía. De hecho se negaba a ello y, en segundos, había inventado miles de estúpidas excusas para ambas reacciones mientras se duchaba, ahora en solitario, intentando apagar la imprevista calentura que de golpe pareció haberle entrado.

Pero, más allá de todo eso, se negaba con un impresionante fervor al solo hecho de reconocer que... reconocer el que...

'No. No lo pensaría siquiera. No lo haría y punto' -se decía mientras refregaba con cada vez más fuerza su pálido pero bien formado cuerpo.

Pero ahí estaba ahora, con la boca fuertemente tapada por la de su siempre revoltoso dongsaeng. Por la boca de su mejor amigo.

Y su cuerpo comenzaba a traicionarle también.

Los pensamientos se mezclaron y las sensaciones crecían. Y no podía... sentía que...

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Kai no podía creerlo; finalmente, después de tanto, él estaba haciendo aquello que más quería... Se sentía soñar, volar. Se sentía en la mayor dicha extrema. Y de pronto, su paraíso personal solo, explotó, incendiándole como lava la sangre y calcinándole los huesos con el puro deleite y deseo.

Él. Su hyung... ÉL estaba allí... correspondiéndole.

Lenta y tentativamente, Taemin dejó a su cuerpo ir cediendo a los impulsos que aquel beso le provocaba. Comenzando a responderle a pesar de la timidez y el miedo.

Miedo a estar cometiendo la peor locura de su vida. Miedo a estarse jugando demasiado.

Simplemente miedo.

Su mente le gritaba miles de cosas diferentes pero sus oídos internos parecían haberse cerrado herméticamente a la razón y, extrañamente, lo único que parecía imponérsele -de manera casi diría, vital-, era el crudo y creciente deseo de ir a por más. De tomarlo todo.

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Los famosos y tan anhelados labios de Taemin comenzaron a moverse cada vez más y más, ganando de manera increíble fuerza e insistencia, aplomo y determinación.

Cobrando deseo.

Un deseo oculto hasta entonces hasta para él pero que, una vez liberado...

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El mayor levantó sus manos y, ansioso como nunca antes, las lleva con suavidad hacia las muy sonrojadas mejillas del menor.

Acercándole. Apresándole. Demandando y reclamando el control total de aquellos labios que siempre se veían abultados y llamativos y que, en aquellos momentos, lucían además delatoramente hinchados y calientes por su constante uso.

Ahora era Taemin quien, de manera más que apasionada, exigía dejarle hacerse con el dominio de todo. Dejarle tomar las riendas de su deseo. Del deseo de ambos.

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El mayor se obligó a no pensarse. Ya no.

Quería sentir. Quería disfrutar... ¡Y al demonio con las malditas consecuencias! Ya habría tiempo para deprimirse y quizás hasta arrepentirse mañana y días siguientes, pero no entonces. No cuando podía disfrutar tan a pleno. No cuando sus entrañas comenzaban a temblar de placer y sus músculos se contraían espasmódicamente por la mera anticipación.

Manos intrépidas comenzaron a remover la ropa del menor, anhelando con fiereza recién descubierta el contacto directo de piel a piel. E increíblemente deseoso de marcarla y reclamarla como suya. Solo suya.

—Quítatela.

—¿Eh...?

—Quítatelo... todo —dijo Taemin en lo que claramente sonó como un medio gruñido mientras que con un travieso dedo señalaba la muy escasa ropa que el menor había llegado a ponerse hace apenas minutos antes y con su propia ayuda. Tan solo una vieja camiseta que Taemin solía usar para sus ensayos y el mismo bóxer con el que había llegado porque el mayor no tenía ninguno nuevo para darle en aquellos momentos. Ni siquiera iba a molestarse en ofrecerle unos viejos. No importaba si estaban limpios o recién lavados. No. Solo, no.

Sinceramente, ninguno de ellos podría decir ya como fue que, de un segundo al otro, ambos se encontrasen entrelazados de aquella tan íntima manera. Frotándose con una urgencia que les urgía enteros y sentían no poder contener.

El ardor de sus cuerpos quemaba a sí mismos y al otro; fundiéndolos. Fundiéndose en uno. Acercándolos a cada rincón de sus febriles cuerpos.

Manos volaron presurosas a reconocer el nuevo terreno. A reconocer aquella piel que conocían pero que nunca, ni tan siquiera en sus más locos sueños y deseos, pensaron tocarían. No así. No de aquella impúdica manera.

Y los besos.

Esos besos que, demasiado rápido pero a la vez nunca lo suficientemente pronto, pasaron por todos los estados que ellos, juntos, pudiesen generar.

Absorbiendo. Degustando.

Besando como nunca lo hubieron hecho (aunque realmente no era como si ninguno de ellos fuera un experto por haber hecho mucho en la materia).

Ambos se sentían como yaciendo sobre brasas ardientes.

La temperatura de sus cuerpos se sentía irreal y nada importaba ya. Nada más que el poder extinguir pronto aquel fuego latente y ya hasta doliente.

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Kai se quemaba, de en serio lo hacía. Sentía que la sangre se le hervía dentro y que todo se le derretía.

Lo sentía.

Lo veía.

Lo oía, lo saboreaba y lo olía... Y aún no podía creerlo. No podía creer que, quien ya por tanto pensó como un imposible ahora se entrara yaciendo apasionadamente entre sus brazos necesitados. Entre sus piernas deseosas. SUYAS.

Tembló. Tembló notoriamente por tanto placer y deseo. Por tanta satisfacción en más sentidos de los que parecía poder manejar.

Tembló gimió y se retorció sn tan siquiera notarlo porque su cuerpo ya tenía mente propia y porque su cabeza no servía para conectar nada más que el placer.

Aquello era el mismísimo paraíso y él solo deseó poder nunca salir de él. Nunca. No importaba que, una -ahora muy pequeña- parte de su mente racional -aunque apenas activa-, le insistiera en recordarle que no tenía idea de lo que le depararía luego. De que mejor aprovechase muy pero muy bien todo aquello pues bien podría ser lo último que de su amor obtuviera.

Lo último juntos.

Y, con esos agridulces pero realistas pensamientos, Kai se aferró a aquel cuerpo ahora maduro y por demás esbelto, queriéndose fundir de tantas maneras como le fuera posible con él.

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