La pequeña Jane estaba aterrada.
Aquel hombre no se comportaba como hasta hacía unos
momentos; murmuraba cosas que no entendía y tenía la mirada perdida como quien
recuerda… como quien se pierde en sus fantasías e ilusiones. Pero SU realidad
era que su futuro inmediato y un momento importante de su existencia dependían
de él y, temía. Por primera vez en su corta vida supo lo que era un temor
profundo. Un terror que te va helando el cuerpo molécula a molécula, célula a
célula, hasta lograr dejarte petrificada sin ver u oír, sin siquiera
reaccionar. Supo con enfermiza certeza que su condena en aquello llamado “vida”
comenzaba hoy. Ahora.
Quiso huir. Quiso gritar.
Quiso llorar… ¿Mas para qué?
No, ella tenía que afrontarlo. Y de pronto -quizás en el
momento menos oportuno pero no por ello menos certero-, entendió a lo que Isa
se refirió sobre sobrevivir y huir de aquel mundo podrido en la primera
oportunidad sin mirar hacia atrás, sin recordar. Lo entendió, y tembló. Jane no
sabía si era tan fuerte como aquella joven apenas dos años mayor como para
aguantar todo lo que aquello implicaba.
―Isabella ―ordenó el hombre entonces girando la perilla de
la dichosa puerta-. Por esta noche ambas se quedarán aquí. Acomoda lo que sea
que hayas traído. Y tú -se dirigió a la pequeña rubia-, báñate y espérame
lista. Ella puede ayudarte ―dijo lacónicamente mientras acariciaba a Isabella
con la mirada.
Ninguna respondió verbalmente, tan solo un asentimiento de ambas fue suficiente.
―Bien, vendré pronto así que más vale que comiencen ―comentó
él como si nada cerrando ls puertas tras ellas y dejándolas a ambas pasmadas
con el enfático sonido retumbante.
Cuarenta y ocho minutos después la puerta sonaba y él
pasaba. Su mirada aún divagante pero sin dudas lo suficientemente concentrado
como para no temerle a un loco.
―Vamos ―pronunció.
No preguntó.
No buscaba empatía.
Control.
Jane miró asustada apenas un segundo a Isabella pero, resignada,
automáticamente desvió la vista al suelo y caminó sumisa hacia él.
Lo sintió cerrar la puerta tras ella y brevemente se atrevió
a mirar el lugar donde una parte al lugar donde una parte de ella quedaría por
siempre. Era elegante y bonito -pensó con insospechada frivolidad.
Durante todo el camino -que por suerte no había sido tan
largo-, ella se repitió una y otra vez la lista de consejos que Isa le había
dado en aquellos breves y tormentosos momentos de espera a solas, intentando
banalmente que tan solo pensándolos funcionasen como por obra y gracia divina.
Relajarse.
Respirar.
Desconectarse…
Lastimosamente ella n se engañaba. Dolería, estaba
completamente segura de ello; a la vez que era más que seguro que terminara
sintiéndose mal luego también pero mal que mal por lo menos agradecía que él
hubiera pensado en ella lo suficiente como para darle a tomar aquella pastilla ‘antes’
de que todo pasara y permitirle tomarla durante todo el tiempo de su estancia
cuando bien sabía que él podría haberse regodeado en su dolor.
La personalidad de aquel hombre era tan contradictoria en sí
misma que resultaba completamente confuso seguirle el ritmo a sus actos,
palabras o mandatos. Pero, realmente ¿Qué importancia podía tener el entenderlo
cuando ‘quisiera o no’ debía de obedecerlo? La desobediencia y el confronte
tenían un precio demasiado alto allí. Uno en el que por ahora no quería pensar.
Ni un solo ruido se escuchaba en la enorme estancia. Nada.
Ni un respiro, ni un alma.
Ni una ayuda, ni una brisa.
Nada.
Ella se encontraba en el medio de la nada.
Demasiado pronto terminaron por llegar a una enorme puerta
doble de hermosa madera maciza con grandes y muy elaborados tallados de aspectos
aun más intrincados que la de la habitación en la que habían estado.
Pasaron.
La enorme cama de sábanas negras suaves y brillantes era el
verdugo más hermoso que hubiera visto jamás y, así y todo, a pesar de su
belleza, no dejaba de recordarle lo que allí perdería.
La presión que ejercía sobre sus piernas para que no se movieran
en un inútil esfuerzo fallido por escapar, por salir simplemente corriendo,
eran enorme. La fuerza con la que apretó sus manos hasta clavarse las pequeñas
uñas en sus palmas era atroz.
Mas nada sintió.
Las manos del hombre no perdieron tiempo entonces.
En tan solo un paso estuvo tras la tensa espalda de la niña
de cabellos rubios -que ahora dejaban una estela de fresco aroma-, y colocó sus
manos sobre sus huesudos hombros. Apretando ligeramente la delgada capa de
carne que recubría sus, muy pequeños y aun infantiles huesos.
―La primera vez seré ‘bueno’,
siempre y cuando obedezcas sin vacilar lo que te diga ―anunció él inclinándose
hasta que sus palabras quedaron suspendidas sobre el oído de la joven.
El calor tibio y tenebroso de su aliento envió un
estremecimiento a la columna de la joven, quien ya de por sí le era bastante
difícil de controlar los temblores que acechaban su cuerpo pero haciendo lo
indecible para que estos no pasaran a ser espasmos en toda su ley.
El hombre tenía una
meta, y le era muy claro que la pequeña que tenía enfrente, esa pequeña cosa
absurda que temblaba en su presencia y que tomaría en escasos momentos no lo
era. No. Ella no era más que un medio para un fin… pero eso no le quitaba que
pudiera disfrutar del progreso.
Sus manos actuaron con diligencia mientras iba quitando con
parsimonia los tirantes de aquel burlesco camisolín que llevaba. Un camisolín
que la popia Isabella le había dado para la ocasión en vista de que la niña no
llevaba nada que se lo considerara acorde para tal evento. Un camisolín que no
le sentaba en absoluto ya que le era al menos tres tallas más grandes y dado
que no tenía pechos ya bien formados o grandes para rellenarlo. Era casi un milagro
que no se le hubiese caído durante aquel recorrido.
Finalmente y con sutileza, los tirantes resbalaron por la
pálida piel de sus brazos, haciendo que el resto de la tela abandonara
instantáneamente su esquelética figura.
Un jadeo ahogado fue todo lo que resonó en aquel lugar.
Las manos presurosas recorrieron insistentes su carne. Lento
pero implacable él comenzó a recorrer su espalda, su cuello y sus brazos tan
solo para que luego pasearan a su cintura, sus caderas… su trasero. Su centro.
La niña sabía que para que doliera menos su centro debía de
estar húmedo pero, también sabía que dicha humedad aparecería en respuesta a su
propia excitación y ¿Qué excitación podría encontrar en lo que le estaba ocurriendo?
Esa excitación para ella era imposible de crear en medio de lo que le estaba
viviendo…
Su cuerpo se hallaba completamente tenso mientras intentaba
con todas sus fuerzas no temblar hasta convulsionar, o llorar hasta la histeria
o la misma locura. Apretando sus dientes para no echarse a gritar.
Una imagen feliz… Una imagen feliz…
Una imagen feliz… Una
imagen feliz…
Una imagen feliz… Una
imagen feliz…
Repetía la niña en su mente.
Las manos comenzaron a apretarse impacientemente contra la
piel de sus muslos.
Él la giró.
No la besó.
Tomándola por los ínfimos hombros la guió hacia atrás hasta
que quedó justo al borde de la cama, para enseguida reclinarla de espaldas
contra ella.
Jane quedó finalmente recostada boca arriba, sintiendo como
la fría seda negra abrazaba su piel… hasta que su cuerpo se vio sacudido por el
dolor.
Un pequeño gritito apagado escapó de sus labios.
―Oh sí… Tan estrecha. Tan jodidamente apretada. Sí, me gusta ¿Te duele verdad?
Dímelo.
―S-sí. Due-le ―contestó ella ahogadamente mientras sentía el
dolor expandirse al mismo tiempo que sentía como algo se removía dentro de su
cuerpo.
―Sí. Me gusta que te duela ―ella gimió entonces de dolor―.
Shhh… solo un poco. Estás seca. Mis dedos te estiran, pero no demasiado, quiero
ver como gritas cuando mi polla te abra en dos ¡Y no quiero gritos! No. No
gritos. Shhh. Shhh... Tranquila.
Él sacó en ese instante los dos dedos que había insertado en
su coño y los llevó hacia la boca de ella.
―Chupa ―ordenó él con la mirada nublada y oscura.
Y ella así lo hizo.
No lo pensó. No vaciló.
Ella absorbió con fuerza los dedos, degustando así su propio
almizclado sabor con su lengua.
Asco. Displicencia.
―Mójalos bien. Que queden chorreantes de tu saliva ―dijo con
claridad. Lo hizo.
Los dedos tremendamente mojados abandonaron su cuerpo para
que él los introdujera sin miramientos y dilaciones nuevamente en lo más hondo
de su ser. Nuevamente moviéndolos con premura en su pequeño y caliente capullo.
Un jadeo de dolor.
Una exhalación de sádico placer.
Ella, recostada a merced de un ajeno placer.
Él, arrodillado sobre sus piernas, penetrando su sexo hasta
ahora inmaculado, anhelado su quiebre…
Carslile aun llevaba sus ropas por lo que una vez que estuvo
relativamente conforme con el dilatamiento del orificio él nuevamente sus dedos
y se paró para quitar sus prendas con alarmante rapidez. Necesitaba entrar en
ella. Necesitaba desgarrar su cuerpo.
No había vuelta atrás. No había retorno en él.
Su mirada endemoniadamente lujuriosa se posó en aquel cuerpo
desde lo alto, detallando con furia cada pequeña curva que aun marcaba su grado
de niñez, de pureza en un mundo en ruinas. Hambriento de su centro. Deseoso de
sus pequeñas cimas… Caliente hasta lo inimaginable por penetrar aquel pequeño y
oscuro orificio fruncido que sabía lo catapultaría hasta las máximas cotas de
insana pasión.
Y sus deseos eran ley.
En cierto momento el hombre había pensado sobre jugar mucho
más… pero ya no podía. No quería. Él la quería, la necesitaba, la deseaba…
AHORA…. Y la tendría.
Subió una a una sus rodillas sobre la seda. Una a cada lado
de las casi esqueléticas piernas; maravillándose con la pequeñez de toda ella,
con la inocencia y miedo que emanaba, con los pequeños crecientes temblores.
Apoyándose sobre sus palmas descendió por sobre ella pero
sin tocar aun su cuerpo. Aprisionándola. Encerrando todo cuanto ella era.
Una succión y una mordida en su cuello.
Una lamida húmeda y lasciva en su clavícula.
Un apriete en su seno derecho… una chupada fuerte en el
izquierdo.
Una rodilla abriendo sus muslos.
El roce duro de su sexo sobre su, todavía pura piel.
La mano del hombre se afianzó en ese momento en su hombro
mientras su otra pierna se metía entre las de ella. Su miembro duro y preparado
se hallaba rayano en lo doloroso para
cuando, finalmente, se posicionó, primero obre su vulva; y luego sobre su
centro.
Se movió.
Separó sus rodillas e irguió su torso hasta que su trasero
reposó sobre sus propios talones para, inmediatamente, agarrar las caderas de
la niña para dejar su firme y tierno culo sobre sus tensos muslos.
Alineándose contra ella. Afirmando la punta de su henchida
verga en aquella entrada virgen.
Y por fin, humedeciéndose de una certera estocada que lo
hundió gasta los máximos confines mientras sentía como la prueba rojiza de su
inocencia lo humedecía y rodeaba tras haber quebrado esa tela infame que su
cuerpo poseía hasta hacía escasos segundos.
La estrechez de tan pequeño cuerpo, aprisionándolo hasta el
ahogo.
El grito/quejido lastimero fue para él su pequeño vitoreo de
gloria. Su trofeo.
La tensión extrema contra el agarre de sus manos fue el
impulso para retomar su acto.
Lentamente su miembro abandonó aquella cueva caliente hasta
el borde sobresaliente de su glande para, en un mísero segundo, volverse a
clavar en ella. Una y otra vez. Una y otra vez…
El ritmo era maniático, sádico, completamente egoísta en su
meta. Mas no importaba. No en relidad. No cuando lo único que ella quería era
que aquella tortura agónica terminara cuanto antes. No cuando el dolor de su
cuerpo era tal que le hacía sentir como si se fuese a quebrar en dos; como si
alguien la estuviera desgarrando desde dentro con un cuchillo oxidado solo con
el fin de pronunciar su dolor. Pronunciando el medio y alejando adrede la meta.
―Sííííí ―comenzó a gritar él bombeando aun con más énfasis
contra ella―. Sííííí. Tu inocencia asquerosa me baña. Tu inocencia es mía ¡MÍA!
―gritó él entonces vertiendo por fin su cálido semen en su hendidura
palpitante. Los espasmos recorriendo su cuerpo por completo, naciendo desde lo
más bajo de su espina, atravesándolo hasta el bajo vientre y de allí pulsando y
extendiéndose hasta explotar en la punta de su miembro enhiesto y listo.
El cuerpo del hombre se dejó vencer por aquel pesado sopor
post orgásmico y su cuerpo cayó en aquel momento sobre el desfallecido y
tembloroso, sudado y tenso cuerpo sin delicadeza alguna. Escuchando al instante
como la joven expulsaba todo el aire de sus débiles pulmones de manera abrupta
y ahogada… y sin siquiera importarle una mínima mierda aquello.
Sin embargo, algo en su mente le recordó que aún faltaba por
saquear, así que tan simple como eso, él rodó sobre su eje y se quedó de lado
para -por primera vez desde que habían llegado allí-, mirar a la niña a su
lado. Realmente mirarla.
No se sorprendió al ver densas lágrimas descendiendo por sus
mejillas, ni su piel roja por sus fuertes aprietes. Mas sí lo hizo cuando ni
tan solo con una mísera pestaña se le conmovió ante tal imagen.
Él en verdad estaba arruinado.
Y ella… Ella estaba pronta a estarlo también.
***
Gracias a Iluvlil, Sandra, paty y Marga por sus siempre tan lisndos comentarios... Sé que esta historia (en realidad como casi todas las mías =/) se sale de lo 'normal' así que mil gracias a tod@s aquelos que lo leen ;)
Nos leemos pronto ;) Besotes y cuídense!!!
*Guada*
¿¿¿COMENTARIOS???
DIOS MIO SI QUE ESTA ENFERMO :| POBRESITA NENA LA VERDAD AUNQUE UNO NO QUIERA ACEPTARLO ESTO SI PASA ALREDEDOR DEL PLANETA :( LA VERDAD ME ENCANTAN TUS HISTORIAS SEGUIRE LEYENDO PARA VER HASTA DONDE NOS LLEVAN ESTOS PERSONAJES!!!
ResponderEliminardios que hombre mas animal creo que no encuentro palabras aunque estoy deacuerdo con iluvlil ......Gracias nena...
ResponderEliminarOmg si que esta muy fuerte lo que pasa en esta historia pero no puedo dejar de leerla sobre todo por que se vale soñar y por eso espero que algun dia las cosas mejoren para estas niñas en espera del siguiente capitulo
ResponderEliminarsaludos y abrazos desde México
Carlisle está más que jodido, pobre Jane y pobre Bella por lo que le espera, ya que la obsesión de Carlisle es Bella. Carlisle no tiene perdón de Dios, pero dentro de este mundo enfermo ¿podrá Bella perdonarlo?
ResponderEliminarcariños. sandra
este hombre nesesita a un loquero ,pero esta ficcion es tan dura como la realidad estas maldades ocurren todos los dias pobre bella lo que le espera al lado de este ser repugnante, a esperar el proximo cap...buenisimo el trama....saludos
ResponderEliminarjoder!!!! es algo nuevo de leer lo acepto es crudo pero tiene sustancia no se si me entiendas pero me gusta porque en esta crudeza esta la realidad de muchos niños.....porfa continualo tienes en mi una fan lectora, me encanto el short fic ella y ellos estuvo de infarto el sueño de esta chica jajajajajaja tres hombre madre mia aqaue cosa tan buena jajajajajaja besos y abrazos
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