7 de abril de 2013

Una deuda con el destino... Capítulo 3

DISCLAIMERLos personajes pertenecen al maravilloso mundo de JK Rowling y la historia es de mi autoría.

RATED: MA
PAREJA: HARRY POTTER Y DRACO MALFOY y un ligero y breve Harry/OC (que había olvidado nombrar)
ADVERTENCIAS: Algo de lenguaje adulto, SLASH -ES DECIR RELACIÓN HOMBRE/HOMBRE-, escenas de sexo explícito y MPREG... SI NO TE GUSTA ALGO DE ESTO NO LEAS.


~*~ Capítulo 3 ~*~

Todo había sido bastante sencillo.

Con un MUY fuerte glamour pudo reunir el coraje necesario para volver al mundo mágico, más precisamente a Diagon Alley, e ir directamente a Gringots para hacer las últimas transacciones. No era realmente necesario ir específicamente allí, podría haber ido a cualquier sucursal en el mundo, tal y como la de Suiza o Francia. Pero él quería probar su suerte en ese sentido. Quería ver aquellos lugares que tantos cambios habían significado para él y disfrutar de ser tan solo un simple observador más. Su vida nómada le había enseñado la importancia de observar y de saborear su tranquilidad y soledad. La soledad poco a poco ya no vista como una imposición sino como algo que en algún momento pasaría y que ahora debía solo capear.

Fue por todo esto que tras haber podido llevar a cabo todas las acciones y transacciones con su nuevo agente de cuentas Gaibin Harry estuvo más que complacido de poder sacar el dinero suficiente para comprarse un muy bonito y confortable departamento cerca del SOHO de la ciudad en el mismo centro de Londres. Un hermoso departamento de estilo loft en el último piso con acceso a terraza privada y espacios amplios y abiertos. Y no solo eso, sino que además, siguió el buen consejo de su agente y decidió pasar una cantidad casi obsena de dinero a una de sus tantas sucursales muggles en un muy discreto banco de Suiza para poder moverse libremente y hacer negocios sin tener que correr el riesgo de volver relativamente pronto a ese mundo para el que aun no estaba ni remotamente listo.

Se sintió libre. Más libre de lo que nunca había podido permitido sentirse hasta entonces.

.

Después de haber estado usando la magia para todo por tanto tiempo -ya fuera por necesidad o por comodidad-, decidió que era hora de dejarla un poco de lado. Lo más posible de hecho -al menos mientras quisiera vivir en el mundo muggle. Cuanto menos la usara sería menos factible que cometiera un error que lo delatara-.

Desde el momento en el que expuso su idea futura al duende dejó de ser Harry Potter y pasó a ser legalmente solo James Evans, tan solo un humano común y corriente más del montón. Un triste chico huérfano y solitario que vivía solo por primera vez.

Y, ahí fue cuando notó algo.

Los Gobblins ciertamente se habían lucido en darle los documentos necesarios para pasar por una persona legal pero, más allá de eso, él no tenía nada. No tenía vida alguna en el mundo muggle. No tenía registros escolares que pudiera mostrar. No tenía ninguna manera de 'avanzar'... Sí, por una módica suma podría volver al dichoso banco y arreglar algo al respecto pero ¿de qué le serviría? Simplemente pasaría a elegir una carrera sin siquiera saber los fundamentos básicos de nada. De nuevo.

No. No quería eso.

Quería empezar de cero.

Por primera vez quería conseguir algo por absoluto mérito propio.

Lo difícil era saber que estaba también SOLO. Era contradictorio de sobremanera ya que esto era algo que él sabía que necesitaba, que quería. Pero bueno, cuando la depresión le golpeaba era bastante duro sobrellevarla. No tenía parientes -los Dursley no contaban para nada-. No tenía amigos. Ni siquiera conocidos.

Se dio cuenta que la libertad era algo de doble filo.

Lo dejó ciertamente mareado el saber que tenía que comenzar todo de cero. Como si fuera una especie de pizarra en blanco. Algo estimulante, y vertiginoso a la vez en más de un sentido.

Sin embargo que nunca se diga que él no era un Griffindor por nada. Él solo usó un poco de su astucia de serpiente que sabía que tenía y juntó el coraje de los leones para buscar y, avanzar. Él no podía detenerse. Parar no era algo bueno para él. No por el momento. Quizás luego...

Organizó estudiar el secundario básico en el menor tiempo posible porque realmente no era algo interesante para él, y complementó eso con muchos intereses extra escolares. Primero que nada se decidió por idiomas. Idiomas eran algo a lo que le había tomado el gusto al haber estado en tantas culturas distintas. Y luego, por otra parte, se decidió por algo de tecnología ya que parecía estar en el auge de todo y él no tenía ni la menor idea de nada ya que nunca se le permitió usar la computadora de Dudley ni nada semejante. Finalmente terminó decidiendo tomar un curso intensivo de Francés y español y otro curso rápido de lo básico de computación y los conceptos básicos de programador.

Lo que podría haber resultado como un programa monstruoso de estudios para cualquiera, para él solo fue algo ligero. No entendía como es que ahora su mente podía procesar todo tipo de conceptos y entenderlos realmente por lo que eran sin siquiera tener que realizar una segunda mirada o lectura en el tema pero no era algo por lo que iba a quejarse.

Milagrosamente -y aprovechando esta nueva mente suya todo lo que podía-, pudo terminar el primer y segundo año en uno y esos tres cursos en los primeros cinco meses. Los cuales fueron rápidamente sustituidos por otros. Portugués, Alemán y un nuevo curso de tecnología avanzada terminaron siendo los elegidos activos... y estaba muy contento con sus elecciones.

Su cerebro parecía haberse vuelto infinito de una manera que rayaba en lo absurdo. Cualquier cosa que leyera se le quedaba grabada, resultando entonces una obvia ventaja para todo lo que se proponía aprender en un muy poco tiempo de margen.

Así fue que al segundo año de su estancia allí él había logrado aprobar con honores los tres años reglamentarios superiores, varios cursos complementarios de informática y tecnología y varios idiomas en el grado de maestría tales como francés, italiano y español. Se había deleitado en estudiar diccionarios y dialectos de cada país cuando estaba en ellos así que en el momento de aprender al menos tenía adelantado el problema de la fonética y las conjugaciones gramaticales. Sin lugar a dudas Hermione estaría orgullosa de él... claro, en el ya casi improbable caso de que en algún momento se decidiera a regresar allí.

Se internó y abocó en ir a conocer diversos lugares de arte y con significados históricos. Vagó por calles y vio el 'verdadero' mundo en el que estaba. Vio el glamour y el bajo mundo. Vio y absorbió cuanto pudo de todo ello. Y en algún momento lo que había pensado como una corta estancia empezó a convertirse en un tenue pero persistente sentimiento de quedarse allí indefinidamente... dándose cuenta de que para ello necesitaba seguir estudiando. Le gustaba estudiar. Era algo que ahora disfrutaba. La madurez de este hecho no se le pasó desapercibido tampoco. Se sentía bien. Nadie lo buscaba para matarlo cada dos por tres ni venía a él con el discurso de que 'debía' ayudarlos. No tenía que salvar a nadie más que a él mismo. Sí, resultó que le gustaba bastante vivir como James Evans -sin dudas era mucho mejor que ser el gran 'Harry Potter' (con demasiados malditos sobrenombres que nunca pidió)-. Harry Potter era pasado. Él había entregado todo de sí al mundo mágico... Y ahora era momento de vivir por él y para él.

Eso no quitaba que su departamento estuviera sujeto con fuertes protecciones ni que no fuera a algunos lugares lejanos para practicar y liberar su poder. Pero eso a la vez le ayudaba a disfrutar más de la sencillez de su nueva vida.

Para ser completamente sincero, en aquellos ya poco más de dos años había terminado yendo unas cuantas veces al mundo mágico, pero casi la totalidad de las veces iba directamente a Gringots por medio de la red Flú del banco Suizo en el cual tenía sus cuentas bancarias muggles y las conexiones para sus cuentas mágicas. No era como si hubiera podido estar sin hacer absolutamente nada más que estudiar y derrochar dinero en todo aquel tiempo. Tenía varias inversiones que controlar y acciones que estudiar. El mercado de inversiones era algo a lo que le había tomado el gusto debido a que era una forma simple de hacer dinero -siempre que uno tuviera el capital, claro-, sin estar constantemente y a disposición de ello. Y las recomendaciones de los Gobblins sin dudas eran las mejores. Y las pocas veces que se había aventurado a ir más allá para comprar algunos artículos, ya fueran para pociones o libros, llevaba un glamour competo y sumamente potente además de una capa con capucha que dejaba ver poco o nada de él. Toda medida era poco para mantenerse lejos del medio mágico. Merlín lo libre de tener a otra Sketer detrás de él.

No hablaba con nadie más que con quien lo atendía y se iba ni bien terminaba.

Al principio Gaibin se había sorprendido por las grandes transacciones que mandaba directamente a su cuenta muggle, pero tras la breve explicación de Harry no pudo más que dar el visto bueno. Harry tenía un muy buen motivo tras ellas.

Como hacía ya un tiempo que había alcanzado su mayoría de edad legal manejaba con discreción todo lo concerniente a dinero. La época con los Dursley le forzó a tener una plena conciencia monetaria.

Poco a poco Harry se iba formando una vida allí. Una cómoda, pacífica y casi predecible vida.

Paz. Él necesitaba eso.

Ya había pensado en muchos, ya había hecho algo por muchos, y ahora... disfrutaría un poco. Se sentía viejo, cansado, y un poco bastante hastiado; pero apenas si entraba en el auge de su vida. Era demasiado obvio que aún había montones de cosas por hacer y aprender, tan solo tenía que encontrar la motivación adecuada para ello.

Indeciso respecto a su futuro, Harry comenzó a planear lo que le convendría estudiar a continuación. Las opciones eran tan variadas como interesantes.

Medicina; podría ser bueno el combinar conocimientos muggles con algunos conceptos mágicos (y sin duda era resultado de una extensión de su famoso 'complejo de héroe'). O... Empresarial; que, aunque no supiera demasiado al respecto se dio cuenta de que era algo que le serviría para cualquier mundo por más que fueran libras, euros o knuts o galeones o lo que fueran. Incluso había muchas otras opciones que aun no se había detenido a estudiar. Ya vería. Por lo pronto lo único cierto era que no planeaba un regreso inmediato al mundo mágico ni por casualidad y que, quizás, no volviera por un largo tiempo... Sin dudas aun había mucho por sanar. Mucho por superar. Perdonar. olvidar. Aceptar.

Las cicatrices de todo lo vivido, aun después de tanto tiempo, se sentían frescas en su piel; y aún más en su mente y corazón.

Aún era demasiado pronto.

Aún no podía.

.

Por otra parte, la verdad era que él sí había notado como poco a poco las cartas que enviaba más y más impersonales. Más lejanas y espaciadas.

Distancia.

Él todavía no le había dicho a nadie que se había retirado al mundo muggle y, aunque supuso que sería cuestión de tiempo, sabía que no loo haría tampoco.

Ya no usaba la varita.

Si necesitaba algún hechizo de curación o alguno incluso más específico bastaba con que 'lo quisiera' lo suficiente para que su magia actuase Sin nombres. Sin varitas. Sin movimientos raros. y así y todo él intentaba hacerlo lo menos posible. Sin embargo -y ya por desafortunada experiencia-, sabía lo que el exceso de magia acumulada podía llegar a hacer con él... y con su pobre entorno.

La primera vez que sucedió fue al mes de residir allí, comenzando con lo que él creía leves molestias o dolores de cansancio. Pequeños dolores de cabeza que derivaron en migrañas y que terminaron cn un muy llamativo temblor en todo el maldito edificio al completo en el momento en el que tenía una de sus tantas pesadillas. En verdad se asustó cuando al despertar se encontró con TODO flotando contra el techo y cayendo estrepitosamente en cuanto logró calmarse ante el shock.

Aún con las punzantes puntadas en la cabeza -que había veces que ya parecían querer traspasarle el cerebro-, y los temblores en sus manos, pudo llegar a la puerta de su armario y tomar su escoba y varita antes de desaparecerse... Ni siquiera notó que al desaparecerse había pasado a través de sus propias protecciones y salas.

Recordaba el lugar. Oculto y completamente desolado. Algo cercano al norte de Escocia.

Cayendo entonces ya sobre sus debilitadas rodillas en el medio de la densa llanura, Harry convocó una gruesa y extensa protección antes de no poder soportar más y 'explotar' -literalmente-, su magia entorno a sí, soltando cada cuerda de control lo quisiera o no.

Con un grito desaforado un halo luminoso de un llamativo color verde jade con leves destellos dorados, rodeó todo su cuerpo aumentando más y más a cada segundo.

Fue tal la cantidad de poder que sin darse cuenta su cuerpo se elevó y, con brazos extendidos pareció explotar desde lo más hondo de sí.

Y como era de esperarse, la barrera se quebró.

El aura de poder puro era tan densa que hasta dificultaba la respiración.

Así y todo, tomando una minúscula casi ya inexistente pedacito de bondad y control perdido, logró aplacarse lo suficiente y lo suficientemente rápido como para desaparecerse a aquel lugar que había logrado crear para sí pero al que solo recurría en casos como este de emergencia pura. Una herencia familiar que siempre agradecería. Una mansión Potter inapotable que desviaba cualquier aura que no hubiese sido previamente aceptada por el dueño de la propiedad y de la que solo figuraba un registro como posesión en los libros de herencia de Gringots. Fue justo a tiempo ya que en el segundo en el que desaparecía podía sentir como varias auras comenzaban a surgir en medio del sonido característico de las apariciones muy cerca de donde él se hallaba aun tratando de no olvidar ninguna parte de su persona por el camino. y maldiciendo a diestro y siniestro.

Y, aunque fuera seguro quedarse allí, él no quería llamar la atención a ese lugar de ninguna manera por lo que tan solo unos cuantos minutos en los que aprovechó para regular su respiración, decidió hacer su rutina de aparecerse y desaparecerse en cuanto lugar pudiera para despistarlos. Tras tantos años de este juego inútil tenía más que una alta variedad de lugares donde elegir.

Ya después de aparecerse por décimo octava vez decidió crearse una barrera y por fin aparecerse en Londres. Lejos de su apartamento actual sí, pero a la vez lo suficientemente cerca como para llegar por un medio muggle, perdiéndose por entre la masa de personas que vagaba por el centro de aquella hermosa y misteriosa ciudad.

Rápidamente se ubicó y se dirigió a tomar el metro para perderse y perderles -si es que aun había alguien que pudiera seguirlo claro-. Se mantuvo tenso y alerta durante todo el viaje -siempre recordaba la épica frase de ojo Loco Moody 'Vigilancia constante'-... y eso le había salvado la vida y pellejo en varias ocasiones así que no era algo que tomase a la ligera ya, así que tras salir del metro se metió en uno de los tantos baños públicos y, realizando un 'mitimicent' en sí mismo vio como su figura se fundía rápidamente con el ambiente hasta no dejar nada suyo a la vista común. Este hechizo sin dudas era bastante genial y uno de los mejores que había aprendido. No quería usar mucho la magia allí para evitar cualquier opción de ser detectado pero, con su poder aun emitiendo esas ondas irregulares y al no haber podido terminar de agotar un poco más su núcleo no le quedaba de otra.

En esos momentos lo único que quería era llegar a su casa y echarse a dormir sabiendo con tranquilidad que la gran cantidad de salas y protecciones que había en su recámara, en su departamento en general, en la puerta principal del edificio y la única general que abarcaba toda la manzana serían más que suficientes como para mantenerlo a salvo. Repitiéndose seriamente que todo esto NO iba a repetirse de ninguna manera. Había sido tonto y descuidado... y que lo aspen si dejaba que lo atraparan por idiota teniendo ahora aun más ventajas de cuando mató al maldito cara de serpiente.

Gracias pero no gracias.

Un error era suficiente.

No más.

Nunca más.


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