2 de mayo de 2012

Una historia cantada... Capítulo 7



I Could get used to this

Disclaimer: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría. 
Este cap está basado en la canción I COULD GET USED TO THIS del grupo The Veronicas... espero les guste ;)




BPOV

Había pasado ya un largo mes desde que pasó aquella inesperada visita de mi ex y por fin las cosas parecían ir volviendo a su sitio.
Aquel día, tras aquella intensa charla, Emmett se fue de mi casa y nadie supo nada de él hasta la mañana siguiente cuando al fin llegó a la casa de sus padres con aspecto terrible –según lo que me contó Edward más tarde- y fue solo para juntar sus cosas y despedirse rápidamente de todos. Bueno, de todos menos de Edward que, aunque no me gustó entendí que todo era sencillamente demasiado para asimilar. Emmett estaba tan malditamente confiado y, cegado, que todo lo que le dije fue como si un auto chocara con una jodida pared tras ir a unos 250km/h.
Eso sin lugar a dudas era algo fuerte. Pero bueno… no me siento orgullosa de haberme sentido alegre por su partida mmm… como sea, admito que fue algo que no pude evitar sentir por más que quisiera. En realidad más que nada sentí alivio, sí, el alivio y la expectativa de tranquilidad y estabilidad que me ofrecía volver a mi maravillosa rutina con mi novio.
Mi novio. Se sentía tan… extraño, decir o siquiera pensar en aquella palabra y que automáticamente una imagen de Edward apareciera en i mente. Suspiré. Diablos, creo que de todo lo que me sentía segura en mi vida básicamente se resumía a él.
Primero, Edward era la mejor persona que alguna vez creí poder llegar a conocer.
Segundo, y por extraño que parezca él está increíblemente a gusto conmigo… y me quiere, y no precisamente como su amiga o hermana, nooo. Me quiere a mí, como su pareja, como su amiga, como su novia… como su mujer. SU mujer.
Y tercero, muy a pesar de todos los peros que me quiera poner a mí misma finalmente tenía que admitirlo. Estaba total e irrevocablemente enamorada de él como nunca llegué a estarlo de su hermano, como nunca creí poder llegar a amar y… casi diría de manera dolorosa, ya que mi pecho, se encogía nada más verlo y mi corazón corría, se paraba, brincaba, se quebraba, se iluminaba tan solo como respuesta a sus palabras, a sus miradas, a su simple presencia.
En la escuela ya no éramos novedad y el encuentro con Emmett en el aparcamiento fue tan solo un hecho aislado y remoto… lo rumores estuvieron eso era seguro, pero yo ni siquiera hice caso de ellos, no merecía la pena escucharlos cuando podía ocupar mi tiempo escuchando la hermosa voz de mi Dios personal susurrando palabras tiernas a mi oído. Aunque, a pesar de todo, lo único que no podía evitar que me molestara o afectara eran las miradas que prácticamente todas las chicas del instituto.
Algunas me miraban como poca cosa, está bien lo era, lo sabía; mientras que otras lo hacían con creciente ira –me valen madre, él aún me quería a mí-, y otras… otras me miraban con simple lástima… y estas eran las que me enojaban y dolían a la vez, porque sencillamente me recordaban que yo seguramente terminaría siendo algo pasajero para Ed… y me dolía… mucho.
Solo una vez se lo comenté a Edward –obligada- cuando me encontró llorando sentada en una mesa fuera del comedor. Él se volvió medio loco lo reconozco y terminó enojándose conmigo por tomar en tan poca cuenta cuando él me decía que me quería… Y eso solo fue peor.
Aquella vez Tanya me había dicho las cosas bien claras y, a pesar de que logré contestarle y callarla, sus maliciosas palabras habían calado hondo en mí. Así que luego de aquello yo simplemente me guardé mis temores para mí, mis miedos, mis inseguridades.
Sin embargo cada día él me demostraba lo que en realidad sentía por mí con las más bellas y maravillosas acciones.
Como un suspiro pasó otro mes y todo era tan… hermoso. Tan simple. Tan nosotros.
Hubo veces en las que se colaba por mi ventana y me despertaba con un dulce beso en los labios aprovechando que Charlie se iba un poco más temprano de lo usual y diciéndome entre beso y beso cuan preciosa me veía… era encantador.
Otra vez, cuando después de toda una batalla con mi padre logré convencerlo de dejarme quedar a dormir en su casa para ver películas y demás, él me despertó trayendo un gran desayuno a la cama. Una bandeja adornada rústicamente con hermosas y pequeñas flores celestes y blancas, con algunas lilas, hortensias que Esme plantaba y cuidaba en el jardín de su casa.
El desayuno no era nada demasiado elaborado, al contrario, era simple y bonito, como nosotros. Un café –cortado para mí-, un vaso de zumo, unas tostadas y un graaan tarro de mermelada de frambuesas que él sabía era mi favorita.
Como dije, pequeños detalles que hacían muchísima diferencia en mí.
Decir que mi cabello estaba hermoso cuando recién despertaba y en realidad sabía que más bien parecía un gran nido de avestruz o algo así, o decir que mi boca era el mejor puto sabor del mundo cuando –como suele pasar en las mañanas- mi aliento apestaba como cadáver de cinco años.
Él era un dulce, era muy tierno y cariñoso… pero un pésimo mentiroso. Lo cual en realidad estaba genial por mí ya que al menos podía elegir si indagar más en algo o hacerme la tonta pero siempre jodidamente consciente de que había algo más detrás. No como con su hermanito cuando me tragué el cuento entero con todos los puntos, espacios y comas.
Los días pasaron y yo estaba que no cabía en mi cuerpo por la felicidad de tenerlo a mi lado. No podía creer que existiera una persona tan maravillosa como él y mucho menos que pudiera decir abiertamente que era mío pero, sin dudas podía acostumbrarme a esto, a él, a su amor. Aceptaba todo de él.
Ciertamente muchas veces que todo esto era en realidad demasiado bueno para ser verdad y otras agradecía a cada santo que conocía –que confieso no eran muchos- ya que no sabía qué pero de seguro en algún momento de ésta o una vida pasada había hecho algo muy, muy bueno como para merecerlo. Eso, o alguien por allí arriba se equivocó grueso, pero no es que fuera a avisarles ¿no?
Hace unos días me sorprendió mostrándome la palma de su mano abierta en la mitad de la clase de biología donde se leía perfectamente mi nombre con un mu elaborado TE AMO debajo, claramente había sido remarcado unas cuantas veces con distintas tintas y eso pero lo que me dejó casi de un paro fueron esas simples dos palabras que para mí tenían luces de neón. Casi lloro de solo recordarlo… y por supuesto lloré allí también quedando frente a todos como una triste lunática.
¡JA!
No podía importarme menos. Malditos idiotas que solo estorbaban en mi momento romántico con el chico de mis sueños y maldito Edward por hacer eso en un lugar y momento en el que no podía darle un beso que le quitara todo el aire de sus pulmones… mmm… Bueno, en realidad sí le di un tremendo beso, uno muy muy bueno… uno que tuve que cortar cuando el jodido profesor llamó mi atención con un grito que hizo tronar mis oídos para luego reprenderme frente a toda la clase mientras el idiota de mi novio fallaba miserablemente en el estúpido intento de no reírse.
Pero… luego me desquité.
No demasiado ya que mi intención no era dejárselo servido en bandeja a las zorras que por allí abundaban, pero sí lo suficiente para que viera lo que pasaba cuando me hacía jugar con mi maldito autocontrol. O más bien nulo autocontrol. A ver ¿Quién mierda lo tendría estando él al lado diciendo o escribiendo esas cosas? Yo no desde luego.
Así que… digamos que jugué con el suyo.
Simplemente me hice la molesta y evité verlo, hablarle y sobre todo permitirle el contacto conmigo hasta la hora del almuerzo.
O sea… tres horas después.
La tensión y frustración eran casi palpables por lo que cuando llegué al comedor con Ángela después de nuestra clase casi huyo al sentir su intensa mirada sobre mí. No lo hice.
Él estaba sentado solo en una mesa, esperando… A saber qué pero esperando al fin. Y desvié mi vista para centrarme en hacer fila para terminar tomando solo una porción de pizza y una limonada. Caminé simulando tranquilidad al lado de Ang y Ben hacia otra mesa, pero de pronto una mano me quitó mi bandeja dejándome idiota en medio del comedor. Sentí mis mejillas arder… sabía que estaba siendo una completa idiota y pendeja para este punto pero… una vez que empecé con aquello de mi ‘enojo’ ya no pude parar… En fin, la cosa es que sin darme tiempo a nada –y no es como si hubiera pensado hacer algo-, me plantó un beso de campeonato que me quitó hasta las ganas d pensar. No pensaba, no oía, no veía, no nada.
Sentí, solo eso. Sentía su cálida boca moverse contra la mía, incitándome, degustándome; queriéndome.
Cuando finalmente cortamos nuestro intercambio de fluidos noté que ambos jadeábamos bochornosamente por aire. MIERDA. Mis pulmones hasta ardían. Y… poco a poco fue siendo más y más consciente del silencio tan completamente extraño que nos rodeaba.
Cada par de ojos de aquel lugar estaba clavado en nosotros. Mierda, mierda, mierda. Me removí un tanto –bastante-ñ incómoda, pero él apretó aun más mi rostro así que por fin abrí bien los ojos y lo miré de frente.
―Jamás ―susurró―. Nunca, jamás, vuelvas a enojarte así conmigo por una estupidez así. Sé que no era el lugar ni, el momento pero, fue un impulso, necesitaba decírtelo y… ―dijo con un evidente tono de preocupación en su voz. Me derretí.
Yo no quería ser una loca gruñona, eso era putamente seguro pero, el hecho de haberme dicho o más bien escrito algo tan hermoso e importante en un lugar en el que yo no podía abrir mis sentimientos para él en respuesta de eso fue lo que hizo que mi enojo creciera y se alimentara de manera totalmente irracional.
Y, extraña y maravillosamente, él lo entendió.
Él entendía y soportaba mis locos e imprevisibles cambios de humor y me calmaba y confortaba cuando en verdad enloquecía tuviera razón o no. Él era, después de todo, mi cable a tierra, aunque yo más bien diría mi cable a Edward. No había ninguna reacción que él no conociera porque él no pasaba absolutamente nada por alto, él tomaba cada cosa que decía, hacía o sentía y la tomaba en cuenta como si aquello fuera lo más importante del mundo para él.
Y, aunque a veces tuviera algo de miedo de sentir tanto por alguien, su sola presencia me calmaba… me estaba acostumbrando a esto porque con él todo era simplemente así, se daba; con Edward todo era natural como respirar. Con él era simplemente Bella, y me encantaba.
Por más que quisiera poner un alto, distancia o alejarme no podría, había perdido –en algún momento que no sabría precisar-, todo reflejo de resistencia hacia él porque la verdad era, que Edward era demasiado bueno para ser real.
Fue en ese mismo momento cuando, tras arrastrarlo de la mano a través del muy silencioso comedor lo llevé fuera, hacia unas mesas alejadas y me confesé –o más bien le grité- mis sentimientos. Todo sellado con un beso devastador e incitador. Mis hormonas salieron disparadas ante el contacto y, al parecer las de él también porque un tanto vergonzosamente pude sentir como cierta parte de su anatomía comenzaba a ‘despertar’ contra la parte aja de mi estómago.
Aquel contacto envió miles de diferentes sensaciones a través de mi muy acalorado cuerpo. Demasiadas.
Lentamente nos separamos y ambos nos ruborizamos con fuerza mientras a la vez nos mirábamos sonrientes.
El día obviamente fue de lo mejor al fin y al cabo porque, aun flotando en aquella nube acordamos en salir en una cita después del instituto, una cita SOLOS. No fue demasiado difícil convencer a nuestros padres, aunque más bien debería de decir que les ‘avisamos’ más que preguntamos. Como sea...
Esa tarde salimos directo a Port Ángels aprovechando el viaje para tener nuestras manos unidas todo el tiempo y darnos intensas miradas cargadas de significado.
Creo sinceramente que nunca fui más feliz en mi vida que en estos momentos. El poder compartir todo, desde lo importante hasta lo más importante hasta lo más insignificante de tu día a día con la persona que tienes al lado es sin lugar a dudas ni réplicas el mayor tesoro que alguien pudiera encontrar. Es un regalo que estaba profundamente agradecida de tener.
Volví de mis pensamientos cuando Edward apretó ligeramente mi mano mientras me miraba con esa sonrisa que resplandecía de felicidad y que hacía que mi rostro reflejara una de misma índole en respuesta inmediata.
Sí…  ese día iba directo a mis tesoros…
Finalmente entramos al cine de la mano, una vez más contenta por conocernos ya que era obvio cual elegiríamos ambos. El cine era pequeño así que con solo tres salas las opciones no abundaban…
Romance… X ERROR… descartada, ni locos. Para romance el nuestro, para dramas la vida.
Terror… X Ehh, nop… Íbamos a disfrutar no a tener las tripas en la puta garganta….
ACCIÓN… O… ¡JODER SÍ!  Habíamos visto todas las películas d esta serie más de una vez. Carajo hasta habíamos rayas algunos de los DVD's de tanto verlas. Es más, algunas veces las habíamos visto solos porque el resto de los chicos no compartían demasiado nuestros gustos.
Nuestros rostros se giraron para enfrentarse y nuestras bocas extendieron dos sonrisas al extremo dolorosas ¡No importaba! Esta era la cita ideal, con el novio ideal ¡n el momento ideal!
Los autos, la adrenalina,  y porque no ¡Los chicos! Ok, no, pero ¡Mierda! Brian O’Conner estaba para comérselo.
Sip, la película amada por nosotros fue ‘Rápido y furioso 5’
Compramos las entradas y corrimos literalmente a la sala antes de que comenzara la función buscando buenos asientos, cosa que no fue difícil porque la hora no era pico.
Edward compró palomitas y refrescos y sin más nos vimos absorbidos por la película que literalmente nos dejó como locos. Reímos, bufamos, nos tensamos… estábamos viviendo la película en carne propia a pesar de estar simplemente sentados en el cine con las manos entrelazadas.
Una vez que salimos de allí con toda la emoción por las nubes y hablando como locos de remate sobre todo lo que habíamos visto, súper emocionados como niños con paleta nueva, Edward me llevó a cenar a ‘La Bella Italia’, obviamente comida italiana. Ambos pedimos lasaña combinada con mixta y tan solo nos dedicamos a comer y a perdernos en la mirada del otro.
Aquel día fue el más hermoso, completo, romántico, divertido e importante de mi vida y sería uno de esos recuerdos que me esforzaría cada día por mantener intacto en mi corazón y mente.
Ahora, aquí en mi casa, en mi cuarto, en mi cama, junto a la persona que más amo en la vida creo que en verdad he tenido muchísima suerte y agradeceré a quien sea aprovechando cada día al máximo mientras dure.
― ¿En qué piensas Bella? ―dijo él sonriéndome aun acariciando mi cabello recostado a mi lado.
―En lo feliz que soy, en que te amo demasiado y en que tengo la mejor maldita suerte del mundo ―dije con sinceridad hundiendo mi cara en su pecho.
―También soy feliz, también te amo… pero difiero en lo último, porque quien es un maldito afortunado por haberte conseguido soy yo. Eres la persona más jodidamente especial y hermosa que he conocido, conozco o conoceré… TE AMO, y tú eres mi vida ahora mi Bella, tú…

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