18 de diciembre de 2013

EL PLACER DEL PECADO... capíitulo 23

Disclaimer 
Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

Antes que nada una pequeña nota de autor ok? ;)... Gracias; gracias a quienes estén leyendo y a quienes han dejado en algún momento uno de esos siempre tan esperados comentarios. Muy felizmente digo 'GRACIAS' a cada uno de ustedes. Ahora tan próximo a estas fiestas, quiero hacerles saber que, en algún momento de la noche levantaré mi copa en un brindis silencioso con todos ustedes. Con todos los lectores y amigos cibernéticos que siempre andan por allí. Por eso, les deseo las mejores fiestas y mis mejores deseos y bendiciones para este nuevo año.

¡¡¡¡ FELICES FIESTAS !!!! 


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EL PLACER DEL PECADO

.*&*.

"Esta es la historia de dos jóvenes prohibidos desde el mismo instante de su creación.
Una historia de amor fraternal destinada a un caótico fin.
Un amor que simplemente es cenizas antes de que el fuego se encienda.
Un amor corrompido, repudiado, condenado…

…Un amor de pecado".

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CANCIONES DEL CAPÍTULO:

Love Just Is -Hilary Duff
Gone With The Sin -HIM
What about now - DAUGHTRY


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El contacto era supremo. Celestial más allá de lo divino.

Aquel sugestivo, apenas leve roce entre sus labios, suscitó entre ambos jóvenes emociones desmesuradas que, a pesar de hacerles sentir gloriosamente bien, también les provocaba un incierto terror.

Esos fueron los segundos necesarios para que, Bella, tomando un muy breve pero urgente respiro, terminara por soltar sin pensar la única cosa que su pobre y muy turbado cerebro podía conjurar justo entonces...

—Pe-Pero... Somos... Oh, Dios. Somos hermanos —se halló susurrando de manera entrecortada, tanto por los jadeos que emitía su cuerpo al intentar llenar de nuevo aire a sus pulmones como por el efecto desbordante que aquel hecho reciente había creado en su cuerpo—. Yo... Noso...

—Shhh... Por favor. Por favor no lo digas.

Un ruego. Una completa mendicidad quebrada y adornada con el dolor de saber todo aquello cierto. Cierto y turbador. Y no precisamente por el arrepentimiento ante sus obras sino más bien por el reconocimiento de que, no le importaba.

'Maldición' -pensaban ambos sin saberlo-. 'Maldito sea todo'.

—Solo... Yo...

Para cualquiera viera la escena quedaría absolutamente maravillado si no supiera de antemano el delirio de trasfondo que ésta encerraba.

Una escena hermosa y pacífica donde dos nuevos amantes se habían hallado sellando su amor con un tierno beso rodeados de los sonidos de la naturaleza nocturna y alumbrados por la cálida luz de luna mientras que la oscuridad de los árboles y arbustos que les rodeaban parecían cobijarlos bajo sus tupidas copas. Sus manos abrazándose al otro, sosteniéndolo y sosteniéndose. Luchando contra instintos contradictorios que pedían alejarse. Acercarse.

Y sus labios. Sus anhelantes labios aún rozándose indecentes cada vez que uno u otro hablaba. Pedía. Negaba.

Deseaba.

Sin embargo, la cruel realidad era que, con ese breve pero tan impactante beso, estos 'nuevos amantes' habían sellado un destino que desde el principio había estado más allá de sí.

Eran hermanos. Sí.

Eran amantes... ¿tal vez?

La lucha en sus corazones se había quebrado aquella noche. La lucha en sus mentes estaba en pleno fulgor.

—Yo quiero... No puedo...

—¡Oh Dios! —gimió el hombre, finalmente despegando del todo su boca de aquella tentación hecha de seda carnal y rindiéndose a solo apoyar su frente en la de ella porque en aquellos momentos el solo haber logrado hacer aquello ya había sido un esfuerzo demasiado titánico para pretender ser capaz de hacer algo más.

—¡NO! Yo no... Por favor... —dijo ella entonces de manera ahogada. El ligero pánico haciéndose finalmente presente en cada timbre y nota de su voz al tiempo que sus manos se aferraban a aquellos brazos que tan bien recordaba hubo un tiempo la solían confortar.

Un pedido y un lamento. Un ruego perdido en el viento...

Ella sentía. Sentía demasiado. Demasiado miedo, demasiada ansiedad. Y sobre todo; ante todo, demasiado amor contenido por un tiempo tan dolorosamente largo que la sola posibilidad, la sola mísera idea de perder esta abnegada conexión... Impensable. No. No podría. Nunca. Jamás podría renunciar de buena gana a el más mínimo contacto con quien por tanto tiempo había querido, anhelado; amado. Deseado.

Verde y marrón conectaron entonces y el sin fin de tiempo y espacio una vez más se perdió para ellos.

Verde y marrón se fundieron mimetizándose con el secreto del bosque en el que su amor se había por fin encontrado. Fusionado.

Sus corazones galopando dentro de sus pechos agitados, recitaban sin cesar con cada marcado latido una silenciosa plegaria. Una plegaria completamente anhelante del y hacia el otro.

Cantando dentro de ellos y naciente de la más pura necesidad.

Y en la mirada... se entendieron. Se hallaron reflejados en un extraordinario espejo de sentimientos y emociones.

El marrón de la tierra y el verde de las hojas.

El bosque entero comenzando a incendiarse por su necesidad nunca dicha.

Su necesidad sentida. Compartida.

Las hojas cantaban a la noche su contento. El viento les arrullaba en su tenue silbido.

La tierra bailó para ellos festejando su pasión.

Ellos eran el corazón del bosque ahora.

Ellos eran... finalmente de ellos mismos.

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Tiempo pasaron degustándose con cuidado perfecto.

Tiempo pasaron sintiéndose plenos; completos. Entregados.

Y libres. Ellos, ambos, ante todo y todos se sintieron más libres de lo que nunca pudieron llegar a soñar o imaginar sentirse siquiera. Se sintieron libres de su propia piel condenatoria. De la propia sesgada y opresiva mentalidad. Libres de sí. Libres de todo.

Y así dejaron volar sus más oscuros y nefastos deseos reprimidos. Su propia lujuria hasta entonces siempre tan severamente escondida en lo más recóndito de sí mismos.

Disfrutándose más de lo que nunca podrían llegar a admitir.

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Caricias lánguidas pero todavía algo contenidas comenzaron a propiciarse entre ambos. De pronto los besos habían dejado de ser suficiente. Las lenguas batallaban, reclamándose mutuamente. Cediendo y exigiendo. Yendo y viniendo. Dando y recibiendo.

Una mano cálida sosteniendo aquel grácil y tan pequeño cuello viajó con lentitud por todo aquel flanco femenino. Regocijándose cuando sintió a aquel cuerpo por tanto negado, estremecerse de placer, totalmente rendido a su obra y molde. Completamente rendido a él. A ÉL.

Y ella. Rendida. Entregada. Subyugada ante el placer que su cuerpo parecía recibir desde cada uno de sus poros. Perdida en la marea de sensaciones que la abrumaban pero más que dispuesta a provocar igualitarias sensaciones en él, a reclamarlo suyo también. A hacer que sus besos y manos le hicieran gemir y retorcerse tanto como él le estaba haciendo hacer a ella bajo su dominio.

Con sublime esfuerzo apartando entonces sus labios de los propios y comenzando enseguida a trazar un pequeño sendero húmedo hacia cada parte del mentón y más allá que pudiera alcanzar. Besando suave pero tenazmente y sin descanso hasta que por fin concluyó llegando hacia a aquel tan atrayente y apetitoso cuello. Siguiendo por puro instinto carnal lo que su cuerpo pedía y que, desde alguna parte de ella, sabía al otro le gustaría. Besando, lamiendo; mordisqueando con presteza nunca antes vivida la cálida y sensible piel bajo su los menesteres de su boca... y dejando salir una plena sonrisa al sentir el retumbar de un sordo gruñido/quejido bajo sus labios aún laboriosos.

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—Pa... aarrg... Para. Por favor Bells...

—Bells... Hace tanto que no me dices así.

Un suspiro por ambas partes fue todo lo que ambos necesitaron para retomar un poco de la conciencia perdida y llegar a poner un apenas de distancia física entre ellos. Apenas.

—Yo...

—¿Por qué?

—¿Por qué?

—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué dejaste de hablarme hace ya tanto? ¿Por qué... esto?

'¿Cómo decirle TODO? ¿Cómo admitir... el tiempo que sus sentimientos llevaban adueñándose de sí?'

Asustado. Atrapado. Así se sentía Edward nada más escuchar las preguntas... y el dolor condenatorio que las entonaban.

—Yo... Lo siento —dijo parándose de imprevisto y comenzando a alejarse unos cuantos pasos hasta casi perderse en la oscuridad amiga.

—¿Qué es lo que sientes?

—Yo... Todo. Esto. O no. No lo sé...

—Entiendo —susurró ella sin poder ni querer realmente enmascarar el dolor que la sola respuesta dudosa generó en ella.

—¡No, no lo haces! ¡No entiendes nada! —gritó él perdido en el temor, en la incertidumbre mientras se acercaba como una tromba hasta terminar por tomarla con fuerza de sus brazos. Enloquecido al no poder encontrar en su atribulada mente ninguna palabra que fuera bueno decir o evitar.

—Entiendo que te arrepientes del beso y lo... lo entiendo. No debí... Fui yo quien. No sé porqué... Lo siento.

—No Bells, no. Yo lo siento. Lamento todo —dijo bajando la cabeza mientras el agarre en los delicados brazos se iba aflojando un tanto—... Pero no lamento besarte —admitió él, miserable en su propia derrota porque para él ya era demasiado tarde para regresar el tiempo atrás. NO había vuelta atrás. Él se hallaba entonces mucho más allá del punto de no retorno. Aquel beso; el de antes, el de ahora.

—Pero...

—Lo sé.

Silencio roto tan solo por el trejinar del viento.

—Te quiero.

—Lo sé. Te quiero también.

Se alegraba de que su voz no se hubiera quebrado así como sintió quebrarse su corazón bajo esta agridulce admisión. Ella estaba segura de que ahora era el momento donde la gran conversación derivaría a que aquel beso sublime había sido producto solo de la situación y una consecuencia de la bebida. Estaba segura de que ahora él le diría las hermosas pero, para ella, huecas palabras de que él la quería sí, pero como a una hermana y...

Sus cavilaciones pesimistas se vieron torpemente cortadas cuando él le apretó de nuevo y le hizo mirarle a los ojos. Ojos turbulentos y preocupados. Ojos...

—¡No! Te-quiero. Yo te quiero Bella. A ti ¡Joder! ¡Te amo! Eres mi hermana y te amo... —gritó preso de la furia y la tan larga frustración para luego terminar por susurrar, agotado, dolido. Temeroso de la realidad recientemente aceptada de que ya no hubiera luego vuelta atrás—. Te amo como hombre Bells —susurró avergonzado, apenado—. Te amo como sé no debiera nunca amarte... Y me odio por ello. Por no poder...

Estáticos y en silencio.

Una verdad con posible condena.

—¡Oh Ed! Pensé... Yo creí —las emociones que aquellas nunca tan soñadas y anheladas palabras le provocaron fueron tan repentinamente apabullantes que sinceramente sentía ya no podía hablar. No podía explicar... y sabía debía de hacerlo. Ahora. YA—. Te quiero. Te amo. Tenía miedo. Pensé... ¡Oh Dios! ¡Está tan mal! —lloró aún en sus brazos. Su mirada reflejando el dolor y las contradicciones silenciosas que sentía— ¿Cómo puede algo así estar mal... cuando se siente tan bien? ¿Cómo podría... no amarte? ¡No puedo! Yo no sé... ¡Dios!

La debilidad pareció adueñarse de golpe de ella por lo que, con un ruido que en la plena soledad de la noche natural, sonó sordo y hueco al caer de rodillas en la seca tierra y musgo.

—Bella...

—No. Yo pensé. Pensé que me odiabas, sabes. Lo pensé cuando comenzaste a alejarme. Pensé que te arrepentías de haberme abierto así los brazos de niño al entrar a tu casa y a lo que tú conocías como TU familia. Pensé que ya no querías nada conmigo y luego... y luego aquel día. Aquel beso. Dios Edward, no tienes ni idea de lo que aquello me hizo. Fue como, cómo si una oscura y gruesa venda hubiera sido quitada de mis ojos. Fue como verte por primera vez pero, completamente diferente. Como tener nuevos ojos.

Ella hablaba. Parecía haber de pronto roto un dique que ya no se podría volver a poner. Una presa rota llena de emociones negadas y pensamientos escondidos que, curiosamente, muchos eran compartidos. Y él le escuchaba, paciente y dolorido. La escuchaba y atesoraba cada uno de sus hermosos aunque algo tristes sonidos. La escuchaba todavía sin realmente llegar a comprender que de hecho ella estaba allí, frente a él; aún medio sostenida entre sus brazos... declarándole su amor recíproco. Amor hacia él. Solo él.

—Y te amo Edward. Oh Dios, no sabes cuánto te amo. Y cuánto duele hacerlo. Fue diferente el descubrirlo y saberlo, e incluso meditarlo mientras estabas lejos pero, ahora... El solo verte fue —sacudió la cabeza intentando con ese gesto dispersar las emociones negativas que traía aquel recuerdo—. Todo pareció encajar de golpe como un maldito rompecabezas y luego... hablamos —susurró agachando la mirada de nuevo, perdida en las memorias que hasta hacía apenas horas le habían atormentado—. No sabes cuanto dolieron aquellas palabras. Todas ellas. Las tuyas y las mías. Quise, quise intentar, acercarme, algo; lo que fuera. Pero con cada palabra parecía solo alejarnos más y más y, no... pero hoy, hoy había decidido seguir. Intentar ir más allá de ti —siguió diciendo con la voz cada vez más y más queda hasta llegar a apenas susurrar—. Y no puedo... ¡No puedo dejarte ir! ¡No puedo dejar de pensar en ti! ¡De imaginar que otros son tú y que podría...! Y ahora...

—Bells...

—¡Por favor! ¡Por favor Edward! Por favor no lo niegues ahora. Por favor dímelo, dime que no estoy soñando o delirando. Por favor... dime que esto es, real. Solo... por favor —gimió la joven ya completamente quebrada de dolor y pesar. Llorando desconsoladamente por todo lo que en realidad nunca creyó pudiera pasar. Por todo lo que por algunos segundos traicioneros sintió que no dejaba de ser una de las tantas traiciones varias que su mente le proveía cuando se sentía más allá de la cruda desesperación por la gigantesca soledad. Tal y cómo despertaba llorando de dicha de un sueño paradisíaco solo para enfrentar la realidad de que nada de aquello jamás sería verdad.

—Lo es. Oh Dios, Bella, lo es. Y me odio por ello —susurró perdido en sus nuevos amargos recuerdos de las tantas veces en las que había tan arduamente luchado para tratar de evitar justamente esto. Justamente este declive de no solo perderse él en este maldito pecado que ansiaba su corazón destrozado, sino también de luchar por terminar llevándola a ella junto con él—... ¡Mierda! —soltó presa de la entera frustración de no encontrarse capaz de decir las palabras justas para expresar todo lo que en verdad quería. Ninguna palabra parecía ser suficiente. Adecuada.

—Ed...

—Por Dios. He luchado tanto contra esto. He estado peleando contra estos malditos sentimientos durante años Bells. AÑOS. Y ahora... todo ido. Ahora ya todo ese esfuerzo, ese dolor; todo vale nada ahora. No hay vuelta atrás. Y duele. Duele sirena. No sabes cuanto.

Sirena.

SIRENA.

Aquel apodo que hacía ya demasiados años no oía y algunos menos de que tan siquiera lo recordara. Aquel apodo nacido de su inmensa obsesión con aquella hermosa película infantil que aún tenía grabada en lo más profundo de su memoria. Apodo con el cuál él le llamaba tras una pesadilla muy fea o cuando prácticamente le obligaba a representarla con ella como la sirena/princesa y él como el hermoso y gallardo príncipe que siempre vendría a su rescate y quien siempre la amaría aún a pesar de todo. Contra todo.

Quería poder llegar a mover tan solo un músculo de su entumecido cuerpo. Tan solo mover una mano para por lo menos llevarla a su cabello y arrancárselo por la tan completa frustración que sentía en aquellos tormentosos momentos.

Pero, de pronto aquel tierno e infantil apodo también le supo agridulce. Le supo a despedida. A dolor.

Le supo a un nuevo tipo de adiós.

Y no iba a permitir eso. No otra vez. No de nuevo.

No ahora.

No después de todo lo dicho. De lo hecho. De todo lo sentido y compartido.

Pero las palabras que bailaban con furia apenas contenida por su mente parecían negarse a bajar hasta su boca y tuvo que ver presa del pánico abrumador como él se giraba alejándose unos pasos más allá de ella. Unos pasos que parecían de pronto como si fueran largas millas con miles de obstáculos de por medio.

Entonces su boca finalmente se abrió y salieron de ella las únicas palabras que parecía poder decir para expresar su terror. Su miedo más profundo y arraigado. Un miedo tan fuerte por el simple hecho de que ya una vez fue real.

—Por favor no te vayas. No me dejes, Edward. Por favor. Solo, ¡Por favor! ¡Por favor no lo hagas de nuevo! ¡No otra vez! No puedes, no después... no podría... no puedo ¡Oh Dios!

La desesperanza y desesperación que flotaba en el ambiente parecía cargar el aire de electricidad mal dirigida. El vello se erizaba y la respiración dolía. Cómo explicar. Cómo entender.

—¡No! ¡No, Bells! Yo no podría dejarte. No puedo solo partir así sin más ¡No de nuevo! No sabes, tú no tienes idea del martirio que fue levantarme aquel día. No sabes lo que fue tener que decirte adiós y...

Las palabras por tanto contenidas parecían arremeter ahora contra su lengua. Peleándose arduamente en batalla por cual de ellas salía primero. Palabras siempre pensadas y enseguida apartadas. Palabras que ahora se sentían dichosas de por fin tener en pleno su lugar en la vida.

—Dejarte allí, así. Eso fue lo más duro que me ha tocado vivir Bella. Jamás quise hacerlo. No por mí. Pero te lo debía...

—¿Me debías el dejarme? —preguntó ella impresionada del giro que había tomado la conversación. Interesada muy a su pesar de su sufrimiento, no sabiendo si sentir tristeza por su dolor o dicha de que al menos hubiera sido para ambos lo mismo. El mismo calvario. La misma oscura soledad compartida.

—¡SÍ! ¡NO! Tal vez. Entiéndeme por favor, te debía -y aún te debo-, el que seas capaz de vivir una vida plena y feliz. Y te debía el derecho de dejarte reclamar por quien TÚ quisieras y no porque yo te lo arrebatara. Porque lo hice Bella, ése día te reclamé como mía. Ése día marqué tu piel con mis labios de una manera en la que solo un hombre marca a una mujer y no como la joven que mentalmente me veía obligado a repetirme que eras. Que aún hoy eres. Te debía quedarme lejos de ti con todos mis pecados distantes.

—Creo que me debías más que eso Edward —dijo ella pensando arduamente en sus siguientes palabras. Palabras que seguramente podrían terminar de definirlo todo lo que podría o no haber entre ellos— ¿Cómo puedes arrebatar algo que por derecho siempre ha sido tuyo? ¿Cómo puedes creer que podría ser nunca de alguien más? Siempre ha sido tuyo Edward... siempre lo he sido. Y siempre lo seré —declaró la joven con voz firme y decidida. Segura. Tan segura como lo estaba del amor que sabía ahora ambos sentían. Tan segura como nunca en su vida hubiera soñado estar.

—No tienes idea de lo que me estás pidiendo Bella.

—Sí, lo hago, Edward.

—No. No lo haces. No puedes saber lo que...

—Ni tú tampoco Ed —le atajó antes de que el miedo le comenzara a reinar. Aún lo conocía. Aún sabía cuando convenía hacerle callar.

Acercándose por su espalda tiesamente erguida, la joven fue deslizando sus manos alrededor de un fuerte y muy masculino brazo antes de solo dejarse llevar y aferrarse a él. Terminando por lentamente ir uniendo sus manos con cierta ternura.

—Sé lo que te pido Ed.

—No... No puedes...

—Lo hago. Te pido que me des lo que por tanto tiempo he anhelado. Lo que por tanto he deseado. Soñado. Esperado. Te pido que me ames. Que te dejes amarme tal y como sé que quieres y que me permitas a mí hacerlo de la misma forma. Te pido que no me dejes porque sé que me destrozaría y te haría lo mismo a ti. Te pido que no huyas por miedo a esto que podríamos tener y que estoy segura podría hacernos tan felices como nunca imaginamos ser.

—Sabes que te amo —aceptó susurrando el joven hombre mientras bajaba la cabeza como quien acepta un destino insoluble.

—Lo sé. Te amo también. Y te pido que nos dejes amarnos tal y como un hombre ama a una mujer.

—¡Oh Dios Bella! ¡No puedes...!

—¡Sí puedo! ¡Te amo! ¡Me amas! ¿Porqué el hecho de amarnos como lo hacemos tiene que resultar ser tan trágico y cruel? ¿Porqué debiéramos renunciar al amor que sabemos nos tenemos por complacer la hipocresía ajena de una sociedad que juzga sin saber, que condena sin preguntar?

—¡Porque está mal!

—¡¿Y quién decide eso?! ¿Porqué debo de renunciar a ti cuando sé que podríamos tenerlo todo? ¿Porqué sufrir sin razón Ed? No lo entiendo. No quiero entenderlo. Quiero amor. Tu amor. Y quiero amarte. Quiero poder demostrarte mis sentimientos. Quiero...

—¡Basta!

—Nos lo debemos ambos a ambos Edward. Nos debemos el dejar amarnos.

Silencio solo roto por el trejinar de las hojas bailando con el viento.

Silencio quebrado por el arrullo de las primera aves viendo despuntar el nuevo día.

Silencio. Silencio de dos amantes en ese punto exacto en el que su destino se viera sellado. Y confirmado. Lejos sabrían que hbiera estado muy lejos de ellos la decisión final real.

Las cartas hacía ya tiempo habían estado echadas y ellos eran tan solo las fieles marionetas que representaban esta trágica obra de amor.

Ninguno notó como el horizonte de repente se veía comenzando a aclarar.

Ninguno podía ver nada más allá.

Solo ellos.

Siempre.

Y de pronto...

La fiera determinación claudicó.

Una aceptación.

Una resolución.

—Te amo...

—Lo sé.

El apriete en las jóvenes manos era fiero y casi abusivo. Era el aferrarse a aquello en lo que se les iba la vida. Literalmente.

Eran ellos.

—Te amo también.

El débil murmullo que con voz fina pretende no romper ni perder la apacibilidad que les ha brindado el alba de un nuevo día fue mucho para él. Girándose y finalmente encarando su destino él solo sonrió y dijo;

—Ahora lo sé.

Tonos ocres y fuertes naranjas comenzaban a anunciarse con cada vez más fuerza, compitiendo por obtener su atención tan vilmente denegada. Los azules y añiles, perdiéndose hasta una nueva oportunidad y riéndose de la batalla perdida de su compañero amienemigo el día.

Porque un nuevo día surgía... pero uno que, muy a su pesar, nunca sería competencia para el nuevo comienzo que finalmente nacía.

Que por más no fuera, la propia naturaleza bendecía.

2 comentarios:

  1. ¡Pero que capitulo! Y como resulta obvio,la paciencia no es una gran virtud en mi; así que no me he esperado a verlo publicado en FF y aquí me tienes, como siempre ya ansiosa por el siguiente pero muy emocionada y es que ¡Dios! que emociones...me has dejado aun mas prendada de la historia.En fin que en lo referente a la nota de autor ten por seguro que seras fielmente correspondida en mi brindis,una feliz navidad y prospero año nuevo para ti y toda tu familia (aunque suene cliché es con mucho afecto) .Un besazo Guadi y gracias por compartirnos tanto en cada historia. ♥

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  2. Porq no está mi comentario? Ajjjjjj como odio no entenderme con la tecnología, pero q consigo poner mi comentario es un hecho!!!!!!!! ( jaaaa parezco Escarta Ohara, " a dios pongo por testigo......" )

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