10 de junio de 2013

El placer del pecado... Capítulo 17


Disclaimer: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

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EL PLACER DEL PECADO

.*&*.

"Esta es la historia de dos jóvenes prohibidos desde el mismo instante de su creación.
Una historia de amor fraternal destinada a un caótico fin.
Un amor que simplemente es cenizas antes de que el fuego se encienda.
Un amor corrompido, repudiado, condenado…

…Un amor de pecado".

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CANCIONES DEL CAPÍTULO:



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La mirada.

Sus ojos.

Verde. Café.

Era ella.

Era él.

Abismo.

Electricidad.

Universo... infinito.

—Edward.

—Bella.

El desgarrador sonido de sus nombres escapando por la melodiosa voz del otro era como un suave hechizo a sus enturbiados sistemas en el cual irremediablemente... se perdían. Se perdían en el tiempo y el espacio sin nada en sus manos que pudieran hacer más que seguir con la inóspita corriente del destino.

Tanto tiempo había pasado. Tantas cosas que habían cambiado. Y sin embargo, allí estaban, parados finalmente el uno frente al otro como aquella lejana y añorada primera vez en lo que parecía demasiado tiempo.

La comunión de las almas trágicamente destinadas.

Preguntas.

Tantas preguntas rondaban por sus mentes mientras sus miradas seguían aún tan mágica e insistentemente conectadas. Preguntas que no podían dejar escapar por entre sus labios ahora resecos y apretados en un deseo de inconsciente contención por el simple e inequívoco miedo -terror-, a su posible respuesta y reacción.

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Y el hechizo fue roto.

Y la realidad...

Oh, cruda y cruel realidad se impuso de manera abrupta e insensible una vez más.

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—Oh, Edward, querido. Me alegra tanto que finalmente decidieras volver a casa. No sabes cuanto te extrañé mi niño. Oh, me has hecho falta —murmuró Esme evidentemente sobrepasada de emoción ante el indefectible hecho de que estaba viendo el retorno de su amado retoño luego de tanto tiempo fuera de él.

Era casi dolorosamente claro para todos los allí reunidos que la pobre mujer realmente había extrañado al ahora casi hombre... aunque ella aún lo llamara y sintiera como su niño porque, no importaba cuanto creciera una persona, para una madre su hijo siempre seguiría siendo su niño o niña sin importar cuan alto, grande o viejo se volviera con el correr de los años. Era simplemente la forma en la que la vida era. La cadena invisible del enlace más puro. Aquel que se formaba día a día y segundo tras segundo desde dentro del seno materno mientras el cuerpo femenino se preparaba, cambiaba y se adaptaba para dar VIDA. O quizás también comparable a aquellas personas, tanto hombres como mujeres que, a pesar de no poder cumplir con esto del modo en que la naturaleza a dictado, abren su mente y su corazón para brindar el mismo tipo de amor a alguien que, aunque no lleve su sangre pueden amar más que a la vida misma.

Esta mujer. Esta pobre y dolorida madre. Esme, ella cumple ahora con ambas funciones porque... sí, su Edward siempre sería su niño amado. Aquel que sintió moverse dentro de ella creando en su estómago esa maravillosa sensación de burbujas y a quien dio todo de ella desde el momento en que escuchó su primer llanto rasgando a parte el dolor que había sufrido tras el parto como si nunca hubiese existido.

Y también, contra todo pronóstico, ella había recibido -aunque no de la forma más agradable había que reconocerlo-, el milagro de otro niño. Una niña. Otra hija. Una niña que se había colado en lo más profundo de su corazón contra todos los prejuicios y los miedos que previamente había sentido hacia ella.

Esa niña que hoy en día era una hermosa jovencita con la cual le encantaba compartir no solo su día a día, sino además sus miedos y alegrías. charlas que sabía jamás podría tener con su hijo debido a que estaba segura de que no comprendería la complejidad de sus emociones como su niña.

Hermosos jóvenes en los que se habían convertido ambos. Y ella estaba tan condenadamente orgullosa de ellos que sentía ganas de llorar cada vez que lo pensaba.

Y el lazo entre ella y sus hijos vibró... avisándole... previniéndola desde lo más hondo de sus entrañas que algo cambiaría. Algo estaba a punto de cambiar irremediablemente en ellos y ella sabía que no habría nada que hacer al respecto. No pudo evitarlo hace ya tantos años cuando pensó que el perder de esa manera tan, lastimosa a su niño la mataría de angustia y no pudo evitar la tristeza en la que se había terminado sumiendo su niña cuando pareció tener una epifanía sobre el hecho de la vida un tiempo después.

Ella solo podía rogar y esperar a que sea lo que fuera que viniera a ellos, ella pudiera estar allí, a su disposición. Diciéndoles sin palabras que ella siempre estaría allí para apoyarlos. Para guiarlos y aconsejarlos. Para que supieran que siempre estaría a pesar de las palabras que fueran o no dichas. sí. ella solo tendría que esperar, rezar y prepararse para lo que sea que estuviera por movilizar sus vidas. No había opciones. No habría dudas.

Ella estaría.

La fe.

La unión.

Familia.

Santidad.

Carslile podía entender plenamente lo que su mujer parecía depurar por todos los poros de sus aún hermosas y suaves facciones. Facciones tan maternales que dolía verlas cuando estaban en su estado más puro... como entonces.

Esme. Quien sabía se desvivía, latía y respiraba por sus niños. Ambos de ellos. Ella era el corazón de la casa. La que los mantenía unidos y conocedores de todos los hechos de los otros. La que sabía cuando algo estaba mal con ellos porque le dolía en su propio pecho. Ella era la que limpiaba lágrimas y curaba rodillas raspadas con la magia de sus tiernos besos y canciones suaves.

Él era el padre. El hombre. Él era el sostén y la guía... pero sabía que había fallado en esos papeles más veces de las que le hubiera gustado considerar o recordar.

No solo falló en el momento en el que fiel a sus más bajos instintos le fue infiel a su amada esposa, sino que además él sabía que había fallado al no ser capaz de detectar cuan hondo había caído su hijo. Y, sobre todo, él nunca pudo entender o saber el porqué de la misma.

Y tenía miedo.

Estaba aterrorizado.

El pánico parecía querer arrasarlo desde el mismo momento en que vio frente a él a ese joven que le demostraba que al parecer se había perdido un tiempo condenadamente importante en su vida... un tiempo en el que éste dejó de ser un niño confundido y algo rebelde para pasar a ser entonces ya un joven adulto. Un hombre. Un hombre al que lamentablemente sentía que ya no conocía. Un hombre que aún mostraba un profundo dolor que, aunque intentara ocultarlo, eso era algo innegable para ellos que lo conocían desde que había dado su primer respiro a la vida.

Pero, en esos mismos instantes en el que el tiempo pareció detenerse para todos en esa casa, él se hizo la promesa de que no cometería el mismo error. Él encontraría la forma de acercarse a su hijo y conocer el problema que le había hecho huir de su propio hogar y del cariño de todos ellos. Y él encontraría además la manera de aceptar sea lo que fuera que aún seguía atormentándolo, e intentaría guiarlo de la mejor manera que pudiera.

Él no fallaría de nuevo.

Por su bien.

Por el de su hijo.

Por el de su entera familia.

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Y mientras ambos padres tenían sus mentes embotadas de tantos pensamientos corriendo por ellas, los jóvenes adultos seguían allí. De pie. Mirándose como si ya no hubiera un mañana para ellos. Ahogándose en la soledad compartida y degustando con expresión macabra las lentas lenguas del infierno que sentían los consumían.

Tantas contradicciones que sus pechos no parecían ser capaces de contener tantas emociones.

Dolor.

Alegría.

Miedo.

Esperanza.

Realidad.

Sueños.

CONDENAS.

Corazones que latían mientras la sangre aún bombeaba.

Un suspiro y una silenciosa plegaria.

Porque el náufrago de pronto se encontró besando la resequedad abundante de la tierra firme.

Porque la sirena, aun inconsciente del poder de sus encantos, comenzaba a emitir su llamado.

... y porque solo el tiempo diría si realmente eran tan fuertes como creían para resistir la potencia de ese amor que, sin saberlo, compartían en secreto.

Un amor prohibido.

Un amor de pecado...

Pero a fin de cuentas... era tan solo un amor destinado.

2 comentarios:

  1. HOLA HOY ME ENTERE DE ESTE BLOG Y DE ESTA HISTORIA (EL PLACER DEL PECADO) Y EN EL MOMENTO EN QUE INICIE NO PUDE PARAR ME A ENCANTADO TE FELICITO Y ME GUSTARIA SABER SI LA CONTINUARAS ESPERO QUE SI

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  2. estoy muriendo por mas!!!!!!! actualiza pronto please!!!!!!! están juntos!!!!!!! q arda troya!!!!!!

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